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Las escuelas de negocio son malvadas o no tienen idea de lo que están haciendo



Revista: HBR Blog
Tema: Educación gerencial
Fecha: Noviembre 2012
La última década ha sido una de introspección para las escuelas de negocio del mundo entero. Ante escándalos como el de Enron, la crisis financiera y el Libor, todos se preguntan cómo esas instituciones, que se supone desarrollan líderes de negocios, influenciaron a esos directivos que engañaron a tanta gente. El público, la prensa y los pensadores gerenciales como Bennis y Mintzberg, coinciden en que las escuelas de negocio tienen su cuota de responsabilidad por la falta de juicio y el egoísmo que ha destrozado la economía y la confianza en las empresas. Pero donde los gurús gerenciales no se ponen de acuerdo es si ocurrió por motivos de “omisión” o de “comisión”.

Quienes se inclinan por “omisión”, piensan que los académicos de negocios son una casta distraída, que no tiene idea de la realidad, que promueve una investigación obsoleta que no tiene relevancia en el mundo real. Los partidarios de la “comisión” van más allá, tildando a la academia de negocios como una fuerza del mal, que utilizan sus podios para hacer proselitismo y empujar teorías que justifican el egoísmo y el elitismo, enseñando que el valor de los valores es aumentar las ganancias.

A raíz de estas críticas, las escuelas han introducido cursos obligatorios de ética e incluido en sus programas temas como principios personales y responsabilidad social. Pero esto no ha sido suficiente. El problema de fondo es que las escuelas de negocio están en transición. Todas se preguntan “qué debo hacer”, en el camino hacia preguntarse algo mucho más profundo: “quién soy”. Muchas reformas curriculares se basan sobre la vieja idea de que las escuelas de negocio son centros de conocimiento, cuya función es crear y difundir teorías y mejores prácticas de la administración de empresas. Esto sigue siendo necesario, pero ya no es suficiente. Además de entrenar las mentes y manos de sus estudiantes, deben dirigirse también a sus almas y corazones, lo que antes era potestad de organizaciones locales y comunitarias.

Los empleados ya no pasan su carrera en la misma organización, ciudad ni país. Sus lazos comunitarios se han ido perdiendo. La relación con los empleadores apenas dura mientras uno extrae valor del otro. A medida que esto ocurre, las escuelas de negocio tienen una función más amplia en las vidas de sus estudiantes: ya no es suficiente darles las herramientas para tener éxito en su carrera – ahora deben proveer mucho más. Dentro de sus muros, el gerente debe revisar su identidad y aspiraciones, alinear lo que puede hacer con quién quiere ser, refinar la visión de lo que significa liderar y a quién deben servir y unirse a comunidades que lo presionen, guíen y apoyen mucho después de su graduación. En otras palabras, las escuelas de negocio deben ser una especia de “rito de iniciación” que modele los valores, compromisos y hábitos del aspirante a líder. Ya muchas escuelas lo están haciendo, pero no lo están haciendo en la forma correcta. Desafortunadamente, los profesores están entrenados como científicos sociales y gerentes, que prefieren compartir evidencias y dar consejos, que liderar el cambio y asistir en el crecimiento.

Para mejorar sus resultados no hay que poner más esfuerzo sino cambiar la forma de pensar. El llamado es a adoptar la función de “desarrolladores de líderes” en nombre de las organizaciones y la sociedad en general, no en forma retórica sino en la práctica educativa. Esto implica darle un peso equivalente a la parte instrumental y humanística. Impulsar la autenticidad, el servicio, la igualdad y el respeto al planeta con tanto fervor como se hace con la maximización del valor para el accionista. También implica un equilibrio entre la instrucción y la reflexión asistida, sobre uno mismo y sobre la cultura en la que vivimos. Se deben impulsar las nuevas conexiones y estimular la imaginación. Las escuelas de negocio deben darles a los gerentes las herramientas para hacer bien su trabajo y la presencia para recordarles por qué trabajan y para quién. Deben graduar líderes que sean sinceros, ligados a la gente y como en casa en cualquier parte del mundo.




Este es el resumen del artículo "Las escuelas de negocio son malvadas o no tienen idea de lo que están haciendo" publicado en Noviembre 2012 en la revista HBR Blog.

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