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A por el bolo central |
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| En marzo del 2009 el gobierno mexicano publicó una lista de 37 hombres que se creía manejaban pandillas de drogas y se ofrecieron recompensas por su captura de hasta 30 millones de pesos (US$ 2 millones) por cada uno. Fue una decisión riesgosa: la lista pudo haberse convertido en motivo de vergüenza si sus miembros siguieran libres. Pero la mayoría no lo está. Después de tres años y medio, las fuerzas de seguridad han arrestado a 16 de ellos y matado a siete. Dos más han sido asesinados por rivales. Esto deja solo 12, entre ellos el líder del cartel de Sinaloa, Joaquín Guzmán, el más buscado de todos. Estas capturas fueron un éxito del saliente presidente Felipe Calderón. El cartel Gulf, una de las mafias más viejas y poderosas de la región, fue virtualmente borrado. La organización Beltrán Leyva, que una vez llegó a infiltrarse en la oficina del fiscal general, ya no existe. Los Zetas han sufrido una serie de arrestos este año y la reciente muerte de su líder, Heriberto Lazcano. Aun Sinaloa, el grupo más fuerte y sagaz, ha perdido miembros importantes.
A pesar de todo, la tasa de muertes está cercana al doble de lo que era cuando Calderón subió a la presidencia hace seis años. Él admite que la caída de Lazcano podría no calmar inmediatamente las cosas, aunque espera un período de estabilización después de un reajuste de las organizaciones criminales. El problema es cuándo. Ya hace tres años de la muerte de Arturo Beltrán Leyva, y en Guerrero y Morelos ahora hay entre 60% y 180% más asesinatos que los que había cuando estaba vivo. Para Calderón, eso se debe a que no ha habido una autoridad que reemplace esa hegemonía. A su juicio, la culpa es de los gobiernos estadales y locales. En Guerrero hay un alcalde y un gobernador, que entre los dos tienen 5000 policías, y lo deseable es que esa policía funcione. Mientras eso no suceda, seguirá el proceso de inestabilidad.
Un esquema nacional de investigación ha eliminado algunos de los peores policías. Pero hasta el momento, 10 de los 31 estados (incluyendo Guerrero) no han evaluado ni a la mitad de sus fuerzas. La policía federal, para nada completamente limpia, disfruta de la confianza pública: el 55% piensa que ellos hacen un trabajo decente, versus un 42% para la policía estatal y un 36% para la policía local. Enrique Peña Nieto, el nuevo presidente, ha prometido engordar las tropas de la policía federal designando 40,000 soldados. Algunas capturas individuales parecen haber ayudado. José Antonio Acosta, quien ha admitido haber planeado cientos de muertes para la pandilla de Juárez en Chihuahua, fue arrestado en 2011. En lo que va de año, los asesinatos en el estado han disminuido en alrededor de un tercio. Las recientes capturas de varios Zetas de mediano rango, tales como “El Lucky” y “la Ardilla”, pudieran limitar las luchas internas que siguen a la muerte de su líder.
La tasa nacional de asesinatos de México ha caído en 8% este año, el primer declinar desde que la violencia relacionada a las drogas despegó en 2008. Peña, que durante su campaña ha jurado liderar un “gobierno que mantiene sus promesas”, dice que su objetivo es reducirla a la mitad durante su mandato de seis años. (Él tomará la tasa del pasado año como base, dándole una ventaja de inicio). Es una meta ambiciosa. Pero como muestra la menguante lista de los más buscados, a veces pueden lograrse objetivos poco probables.
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Este es el resumen del artículo "A por el bolo central" publicado en Octubre 20, 2012 en la revista The Economist.
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