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Museos de codicia |
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| Los viajeros más entendidos siempre han incluido museos corporativos en sus itinerarios. El Museo SPAM en Austin, Minnesota, es el Guggenheim de los productos del cerdo. El Centro de Diseño en Kohler, Wisconsin, es el Frick de equipamientos de baño. El museo de la Compañía del Lápiz Cumberland, en Keswick, England, es el Museo Británico de los viejos lápices. Pero ahora los museos de compañías se están volviendo típicos. Un museo corporativo es una forma astuta de reforzar una marca. Si es bueno, la gente pagará para oír su historia. Las compañías han estado transformando los museos anticuados (colecciones de artefactos y documentos de la compañía) en parques temáticos corporativos y han empezado a usar sus historias para enriquecer sus marcas y profundizar su relación con los clientes.
Harley-Davidson es un ejemplo. Su museo en Milwaukee contiene más de 450 motocicletas: desde la primera producida (dentro de una urna de cristal, bañada por un halo de luz) hasta las más recientes creaciones y presenta iconos culturales, como la moto de Elvis Presley y una copia de una que Peter Fonda montó en “Easy Rider”. Entre las firmas que usan más efectivamente sus museos para marketing están los fabricantes de autos alemanes. BMW tiene uno con forma de olla cerca de sus oficinas principales de Munich, donde se trazan los orígenes de la compañía haciendo motores para aviones y su expansión a motocicletas y después a vehículos. Varios bancos han agarrado también el espíritu de la historia, pues les da un sentido de solidez. Wells Fargo tiene nueve museos a lo largo del oeste de EUA, llenos de diligencias y parafernalia para la excavación de oro, y presta réplicas de diligencias a los festivales. HSBC tiene un muro histórico en sus oficinas centrales de Londres con 3.743 imágenes sacadas de sus archivos y ordenadas en orden cronológico.
Los museos de las compañías no son solamente para consolidar los lazos con los clientes. Hershey usa su museo Mundo del Chocolate para enseñar a sus empleados acerca de la cultura corporativa. Harley-Davidson usa su colección de viejas motos para inspirar a sus diseñadores. Coca-Cola termina su exposición con un gusto por lo futuro: una pequeña máquina, llamada Freestyle, que puede dispensar 100 productos diferentes de Coca-Cola. Mercedes la termina con una mirada al camino de la movilidad libre de emisiones.
Los historiadores serios fruncen el entrecejo ante los museos corporativos, pues no son objetivos: tienen la tendencia a glorificar sus temas y son conservadores del pasado poco confiables. Las compañías que se hunden por lo general se llevan sus museos con ellas. Sin embargo, el ascenso de los museos corporativos dice algo del interés sobre la memoria colectiva. La gente común ha captado mejor que los historiadores profesionales que las grandes compañías y sus productos a menudo afectan sus vidas mucho más íntimamente que los políticos que son elogiados en museos más convencionales.
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Este es el resumen del artículo "Museos de codicia" publicado en Noviembre 17, 2012 en la revista The Economist.
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