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Según Uber, las ciudades tienen un gran problema: Cómo equilibrar innovación y regulación |
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| Para Travis Kalanick, las disputas entre empresas no son una novedad. El emprendedor del área de tecnología provocó la ira de la industria cinematográfica y musical cuando lanzó Scour, un servicio peer-to-peer (compartición de archivos) en 1998. Era semejante al de Napster, porque permitía a los consumidores intercambiar archivos digitales entre sí. Dos años después, cineastas y productores de televisión pusieron una demanda a su empresa de US$ 250.000 millones por violación de copyright. Scour cerró sus puertas. Kalanick creó más tarde un sistema de distribución de contenido al que bautizó "empresa vengadora" porque, irónicamente, parte de sus antiguos enemigos de la industria del entretenimiento acabaron siendo sus clientes, según un artículo de la revista Fortune. Aunque esa empresa, Red Swoosh, tuviera problemas financieros al principio, luego fue vendida por US$ 15 millones a Akamai Technologies, en 2007, pero no antes de que Kalanick tuviera tales problemas financieros que acabara viviendo en casa de su madre. Fortune describió como "brillante" a ese sujeto de treinta y pocos años que abandonó sus estudios en la UCLA. Añadió, sin embargo, que se trataba también de una persona "insolente y obstinada", "capaz de saltar feliz de la vida desde un precipicio si tenía en mente una idea innovadora".
Ahora parece dirigirse a ese precipicio con Uber, su nueva empresa. La empresa emergente de San Francisco, de sólo tres años de antigüedad, suministra servicios privados de transporte –y para eso cuenta con una flota de vehículos de lujo donde no faltan Lincolns negros relucientes y también taxis– para clientes que aprecian un servicio sofisticado y no les importa pagar más. El pasajero solicita el servicio a través de una aplicación de smartphone. Pero la empresa se ha ganado también la ira de ciudades como Nueva York, San Francisco, Boston, Washington, D.C., y Chicago. Las autoridades de esas ciudades dicen que el servicio de Uber va en contra de las normas locales de transparencia de precios y de seguridad pública, entre otras acusaciones. Además, Uber se enfrenta también a una demanda judicial promovida por las compañías de taxi.
Uber se ha empeñado en modernizar una industria que se encuentra estancada con el objetivo de llevarla, aunque de forma reacia, a la era digital. La Web recurre a la fuerza del consumo colaborativo para empatar los asientos disponibles en los coches con los pasajeros dispuestos a utilizar el servicio de manera eficiente y en tiempo real a través de una aplicación móvil. Él emplea también la fijación de precios dinámica que varía dependiendo de la oferta de coches y de la demanda de pasajeros. Después de pedir un coche a través de la aplicación, surge un mapa que muestra la localización del vehículo y el tiempo estimado de llegada. El usuario ve el rostro del conductor, el número de su teléfono y la clasificación que le han otorgado los clientes. Terminada la carrera, el pago a la empresa se hace con tarjeta de crédito y propina del 20%. El recibo se envía por correo electrónico. Nadie abre la cartera en medio de la oscuridad, no hay necesidad de esperar al cambio y no hay que hacer cuentas para calcular la propina.
Uber no es una empresa para cualquiera, lo mismo que un chocolate fino no es para todo el mundo. El "alto" precio cobrado por Uber es objeto de demandas judiciales, más por la falta de transparencia que por los precios en sí. En Chicago, las empresas de taxis y otras que prestan servicios de transporte están demandando a Uber por defraudar al consumidor, además de otras alegaciones. La ciudad de Cambridge, Massachusetts, está demandando a la empresa por el uso ilegal de la tecnología de GPS para la medición de las millas recorridas y del tiempo gastado en los vehículos de Uber para el cálculo de las tarifas. Sólo son permitidos taxímetros aprobados por el Gobierno. Esa es una de las reglas defendidas por el grupo de reguladores internacionales. Por otra parte, Uber cuenta con un partidario importante: Julius Genachowski, presidente de FCC. En un discurso acerca de la política para la banda ancha realizado en Washington, en septiembre de 2012, él dijo que los órganos reguladores necesitan hacer la parte que les corresponde para incentivar la competencia y la innovación, en vez de "imponer barreras". Él mencionó de forma explícita a Uber. "Existe un debate actualmente en Washington en torno a las reglas que desincentivarían las actividades de Uber, empresa que destaca por la innovación que introdujo en el servicio de solicitud de transporte privado. No es difícil adivinar de qué lado estoy: estoy del lado de la innovación", dijo Genachowski.
A fin de cuentas, las ciudades necesitan darse cuenta de que los impedimentos interpuestos por ellas son, en el mejor de los casos, temporales, y que nada puede detener la innovación. Si Uber fracasa, otra empresa surgirá para sustituirla. El próximo nivel de empresas emergentes del sector de tecnología aprenderá con los pioneros y hará que funcione el servicio.
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Este es el resumen del artículo "Según Uber, las ciudades tienen un gran problema: Cómo equilibrar innovación y regulación" publicado en Diciembre 25, 2012 en la revista Knowledge @ Wharton.
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