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El nuevo espíritu de Canadá |
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| Los atributos poco halagüeños con los que algunos han descrito a Canadá comienzan a desaparecer. En parte este cambio obedece a cierta intrepidez que ha mostrado el país en algunos asuntos sociales. El gobierno anunció recientemente su apoyo a algunas propuestas de legalizar el matrimonio gay y la aceptación de la marihuana. Ha garantizado los derechos de los grupos indígenas sobre explotaciones mineras. Mientras otros países imponen restricciones a la inmigración, los canadienses se muestran orgullosos de su tolerancia y diversidad cultural. Estas ideas han convertido a las principales ciudades en centros cosmopolitas, y los escritores y otras figuras del ámbito cultural disfrutan de un éxito internacional sin precedentes.
Canadá parece haber aprendido a manejar los problemas que lo asediaron hace una década. El déficit ha quedado atrás y la deuda pública se ha reducido. Desde los noventa, la economía se ha reforzado y ya no depende sólo de madera, minería, petróleo y automóviles. Se ha comenzado a recortar la brecha entre el estándar de vida de sus habitantes y el de los estadounidenses. Su liberalismo social y su enfoque de la tercera vía parece una alternativa atractiva a un Estados Unidos cada vez más conservador.
Pero no todo es tan bueno. Algunos estadounidenses emigran a Canadá cada año, pero es incontable la cantidad que hace lo contrario. Aunque la pobreza es una realidad lejana en esa nación, la clase media gana poco y paga altos impuestos. El Partido Liberal domina la política, lo que minimiza la existencia de la oposición y con ella la labor vigilante sobre áreas claves de gobierno y derechos civiles. En general, los impuestos son muy altos y las inversiones muy pocas. Desde los ataques terroristas la seguridad y la defensa son las principales preocupaciones. Mucho del éxito económico se ha construido sobre el tratado de libre comercio de 1988 que ha impulsado el comercio limítrofe (88% de las exportaciones son absorbidas por Estados Unidos). Pero si las amenazas sobre la seguridad convierten la frontera en una barrera, las empresas lo pensarán dos veces antes de montar una fábrica en Ontario en lugar de Ohio. Es por esto que Canadá necesita trabajar fuertemente para mantener la confianza de los Estados Unidos. A su vez las empresas necesitan buenas razones para querer invertir lo que obliga al gobierno canadiense a continuar con su reducción de impuestos. Para mantener su nuevo espíritu, el país debe repensar la forma como el gobierno distribuye el poder y el dinero. El nuevo gobierno liberal de Quebec podría liderar el camino y el resto del país seguir el ejemplo. Canadá ha volteado la esquina, pero todavía no es hora de abandonar su nuevo espíritu de riesgo y experimentación.
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Este es el resumen del artículo "El nuevo espíritu de Canadá" publicado en Septiembre 27, 2003 en la revista The Economist.
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