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¿Duro o suave? |
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| El presidente Argentina le está haciendo difícil la vida a su homólogo brasileño. Este mes dejó de pagar un préstamo del FMI y fue recompensando con otro crédito de términos más llevaderos. Además solicitó a sus acreedores renegociar un 75% del valor de la deuda del país 2001. Esto pone en disyuntiva a Luiz Inácio Lula da Silva respecto a tomar acciones parecidas frente al término el próximo diciembre de un acuerdo por US$ 30 mil millones con la institución internacional.
Las prioridades de Kirchner son la legitimidad política y el crecimiento de su nación. Su elección no fue totalmente apoyada por el electorado, pero ha logrado recuperar la economía de una catástrofe. Aunque sus medidas no han gustado a los acreedores de bonos, algunos argentinos ya han empezado a invertir y se piensa que el consumo doméstico puede impulsar la economía en uno o dos años. En contraste, da Silva, un presidente popular ha apuntalado la recuperación económica de Brasil en la credibilidad de su gobierno. Desde que asumió el mandato convenció a los mercados que no renegociaría la deuda pública de US$ 285 mil millones. La moneda se ha reforzado haciendo que las tasas de interés y la inflación bajen. El problema es que la recuperación como tal no ha aparecido. El crecimiento se proyecta en un 3%, insuficiente para crear empleo. La respuesta a criterio de muchos es “flexibilidad”. Brasil ha prometido al FMI que ejecutará un excedente fiscal primario de 4 1/4% de PIB. Mientras Argentina convenció al FMI que no podría soportar un excedente primario de más del 3% del PIB.
Algunos economistas brasileños consideran que Brasil debería desprenderse de su compromiso del FMI con el objetivo de ser libre para reducir el excedente primario cuando sea necesario. Con tasas de interés más bajas, esto podría lograrse sin aumentar la deuda como parte del PIB, la variable que importa a la larga la mayoría para la estabilidad. Nadie sugiere que Brasil juegue al estilo de Kirchner pero se sugiere un pequeño cambio del énfasis en la credibilidad al énfasis en el crecimiento, lo que debería apoyar el FMI. Este cambio aunque cauteloso podría ser riesgoso según algunos expertos, Brasil debe mejorar sus cuentas reales no sus técnicas de contabilidad.
Pero la credibilidad puede que no requiera de un acuerdo con el FMI. Por primera vez Brasil está negociando sin la presión de una crisis financiera. Armínio Fraga, ex presidente del Banco Central, argumenta que Brasil puede sumar más a su credibilidad si suspende sus acciones con el FMI. El considera que la inversión despegará cuando los inversores crean que Brasil ha adoptado sus propias políticas macroeconómicas y el no renovar con el FMI sería una señal de ello. Contrariamente un nuevo acuerdo mantendría altas las reservas, disminuyendo la desconfianza de los inversores y protegiendo a Brasil de crisis inesperadas.
Los cambios cosméticos como incluir objetivos para el gasto social, podría hacer de un acuerdo con el FMI un proceso más aceptable políticamente a criterio de Maílson da Nóbrega, ex ministro de Finanzas. El espera que Brasil firme un nuevo acuerdo de un año por menos de lo que el fondo prestó el año pasado. A su juicio, en un año ya no se necesitaría más. De todas maneras si Brasil mantiene su plan económico, no seguirá siendo cliente del FMI por mucho tiempo.
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Este es el resumen del artículo "¿Duro o suave?" publicado en Septiembre 27, 2003 en la revista The Economist.
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