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La dudosa fortuna de un combustible



Revista: The Economist
Tema: Industria de energía y petróleo
Fecha: Enero 05, 2013
En el mundo súper tecnificado los sucios terrones de carbón parecen un anacronismo, sin embargo, el carbón no es una cosa del pasado. Por más estiloso que sea su iPad, su pantalla de TV de pared o su auto eléctrico, es probable que tengan que ver con el carbón. Las plantas de carbón proveen dos quintos de la electricidad mundial y en el aumento de la producción mundial de electricidad en la década pasada dos tercios vienen de plantas de carbón.

A este ritmo, el carbón competirán con el petróleo como principal fuente mundial de energía primaria en cinco años. El factor más importante ha sido la inquebrantable sed de energía de China, quien en el 2011 sobrepasó a los Estados Unidos como el mayor productor de energía. En ese año la demanda de carbón en China fue de 600m toneladas, su equivalente en petróleo: 25 exajoules. Existen otras economías desarrolladas que aman el carbón pero no a esa escala.

En estas economías desarrolladas las ventajas del carbón, barato y disponible, se ven reducidas por el daño que hacen a las personas que viven cerca del lugar donde se quema (suelta partículas peligrosas para la salud) y al planeta en general (se produce dióxido de carbono). Actualmente se espera que los países ricos quemen cada vez menos carbón, pero no es así: en América cada vez se quema menos pero no por razones climáticas y en Europa cada vez se quema más.

El negocio del carbón en los Estados Unidos, igual que toda la industria de energía, está patas arriba por la llegada de gas de esquisto, disponible a precios imprevistos en cantidades imprevistas. En abril de 2012, su precio cayó a menos de US$ 2 por millón de unidades térmicas o Btus (US$7 por megavatio/hora). Esto ha hecho que el gas sea cada vez más atractivo para las compañías de energía, quienes se han cambiado y abandonado el carbón en grandes cantidades.




Este es el resumen del artículo "La dudosa fortuna de un combustible" publicado en Enero 05, 2013 en la revista The Economist.

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