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No se puede confiar en los empleados |
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| Debido a que no se puede confiar en los empleados, hemos armado un sistema de políticas y controles para asegurarnos de que nadie quebrante las reglas. Les cuesta millones de dólares a los accionistas y clientes manejar este sistema, pero debe valer la pena porque estamos tan seguros de que nuestros empleados no son de confianza –a pesar del hecho de que contratamos nosotros mismos a cada uno de ellos.
Investigamos a la gente mediante pruebas online de honestidad, de escritura, de antecedentes criminales, de drogas, pero debemos poseer una evidencia contundente de que todavía no se puede confiar en los empleados. Si no tuviéramos esa evidencia, ¿para qué someter a cada uno de nuestros empleados a ejercicios aplastantes y de clasificación obligatoria y constantes evaluaciones de desempeño? Si nuestro comportamiento de líderes sirve como guía, nuestros empleados no serán de confianza –ni siquiera por un milisegundo.
Debido a que no se puede confiar en los empleados, hemos establecido unas políticas que le requieran a nuestros compañeros de trabajo traer consigo la evidencia de una visita médica cuando se enfermen, no importando cuánto nos digan que detestan salir debido al estrés que les causa a la hora de retornar, y no importando que la mitad de la ciudad esté padeciendo del mismo virus. Ya que no se puede depender de los empleados, les requerimos que traigan una constancia de que realmente su tía Sally murió la semana pasada –no importando que todo el mundo ya haya conocido a la tía Sally en reuniones sociales, o que hayamos consolado a nuestro compañero de trabajo durante la terrible enfermedad que padeció la tía Sally. Políticas como las de los protocolos de pruebas de muerte son costosas de administrar, así que debe estar más allá de la duda que nuestros empleados –cualquiera que sea nuestra relación con ellos día a día– no sean dignos de nuestra confianza.
Nuestros sistemas de liderazgo nos dicen a gritos: “Amamos a nuestros clientes. ¿A nuestros empleados? Eso es una historia diferente”. Si tratáramos a nuestros clientes de la forma que tratamos a nuestros empleados, ellos harían lo que les diera la gana. De alguna forma, y por la razón de que nuestros clientes nos alimentan con su dinero, creemos que sus deseos son órdenes. Ya que los empleados sólo nos dan sus cerebros, entrañas, conexión emocional, tiempo y buena voluntad, el trato es un poco diferente. Tratamos a nuestros empleados como si ellos sólo estuvieran aguardando la oportunidad de destruirnos.
Nosotros escribimos la desconfianza en nuestros lineamientos gerenciales. Lo institucionalizamos en nuestros manuales de políticas. Lo reforzamos en cada memorándum insultante y en cada correo electrónico enviado a “todo el personal”. Les llamamos la atención a nuestros empleados cuando éstos olvidan sus identificaciones y los amonestamos por abandonar sus puestos de trabajo media hora antes para que cancelen una multa de tránsito. Por voluntad propia llevamos y aprovechamos la mayoría del jugo y chispa que nos suministran nuestros empleados porque ellos no pueden evitar conectarse a sus labores a un nivel más allá de lo que su pago mensual les exige, pero nos devolvemos al nivel de la transacción tan pronto nos es conveniente hacerlo.
Cuando tiene importancia, decimos: “Son negocios”. Cuando necesitamos el esfuerzo extra, el último kilómetro, el empujón para trabajar todo el fin de semana, o el viaje sin agradecimiento a Dios sabe dónde, entonces todo se trata del equipo. No merecemos la confianza que obtenemos de esos momentos, pero los humanos confiamos. Si valoramos el talento, comenzaremos a desmantelar el gran monstruo de los controles y las políticas que obstaculiza la creatividad en casi todas las organizaciones, y comenzaremos a confiar en nosotros mismos para contratar a las personas en quienes confiamos. Entonces nuestros empleos se facilitarán y se mejorará la energía en el trabajo dramáticamente. ¿Qué es lo que estamos esperando?
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Este es el resumen del artículo "No se puede confiar en los empleados" publicado en Marzo 2013 en la revista Business Week.
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