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¿Es el nacionalismo una amenaza para el brillante futuro del petróleo brasileño? | 
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| En 2007, Brasil entró en júbilo al conocer el gran descubrimiento por parte de la empresa estatal Petrobras del campo de Tupi, una reserva petrolífera gigantesca que supondría la producción entre cinco y ocho mil millones de barriles de petróleo. Como si esto no fuera suficiente, se confirmó la existencia de otras reservas colosales de petróleo, conocidas como “presal”. Esta mina de oro, ubicada a lo largo de la costa brasileña, está valorada entre 50-150 mil millones de barriles. Estos volúmenes inmensos de petróleo no sólo ubicarían a Brasil en los primeros puestos de la lista de productores mundiales de petróleo, sino que también transformarían una economía vulnerable a la volatilidad de los precios del petróleo importado en países exportadores.
Para la presidenta brasileña, Dilma Rousseff, el petróleo se ha convertido en un pasaporte al futuro, pues Petrobras ya se plantea elevar su producción diaria de 2 a 5,2 millones en 2020 a raíz del descubrimiento de estas reservas, con lo que opacará a sus grandes competidores internacionales, Exxon y Shell. No obstante, dicho entusiasmo se ha ido esfumando poco a poco, pues la estatal petrolera se está viendo en serias dificultades para alcanzar las metas de producción debido a 1) la fuerte deuda que ha contraído la empresa en busca del capital necesario para la explotación de las reservas y 2) la limitada participación de otras empresas en el proceso de exploración (vale resaltar que aprox. un 70% de las reservas aún no ha sido descubierta).
La responsabilidad del atraso en las obras de explotación de la región petrolera recae en el Gobierno brasileño, pues éste decidió aumentar el control sobre el sector, vinculando así medidas nacionalistas y proteccionistas con los recursos naturales del país. En sustitución al régimen tradicional de concesiones, en el que las empresas pagaban unas regalías por petróleo extraído, se introdujo una nueva ley que modifica la participación en la explotación de todas las futuras reservas petroleras que se subasten. Por el contrario, el Gobierno pagará a las empresas por la extracción el petróleo, que continuará siendo propiedad brasileña.
Todos los futuros trabajos efectuados en la región serán controlados por Petrobras, que tendrá el derecho a conceder participaciones de, como mínimo, un 30% en cada uno de los bloques de explotación, lo que prácticamente deja la gestión de todas las plataformas en manos de la petrolera brasileña. Esta situación pone a Petrobras en una situación complicada, pues ésta, actualmente, no cuenta ni con el capital ni el personal cualificado para afrontar sola la operación de todas las nuevas concesiones en aguas profundas con apenas una participación mínima de otras empresas dispuestas a trabajar conjuntamente como socios minoritarios. Muchos críticos consideran que esta medida nacionalista traerá consigo muchas consecuencias negativas para el desarrollo económico del país, pues 1) destruirá la competencia en el sector de la extracción petrolera, 2) restringirá el desarrollo petrolero a las limitaciones operacionales y financieras de una única empresa, 3) conllevará atrasos en los trabajos e inversiones pobres.
Es por ello que, para evitar atrasar aún más los trabajos de explotación petrolera ante una evidente revolución energética a nivel mundial, en especial en EUA, y un aumento de la demanda local de combustible, los expertos instan al gobierno brasileño a evaluar nuevamente las leyes o buscar otra interpretación de ellas para flexibilizar el monopolio de la estatal petrolera.
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Este es el resumen del artículo "¿Es el nacionalismo una amenaza para el brillante futuro del petróleo brasileño?" publicado en Abril 02, 2013 en la revista Knowledge @ Wharton.
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