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De negocios y bailarinas |
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| Sergei Filin, el director artístico del ballet Bolshoi, llegó a su casa poco antes de medianoche el 17 de enero y un hombre enmascarado salió de las sombras y le lanzó ácido sulfúrico en la cara. Buscarle sentido a este horrible asalto es difícil. Una escuela de pensamiento culpa a la línea artística, que ya ha despertado antes toda clase de ataques, aunque ninguno tan drástico. Una segunda se centra en el dinero y el poder: los especuladores han hecho montones de dinero de comprar y vender tickets, y la gente importante usa su influencia para conseguir puestos como bailarinas para sus bellas hijas. La tercera se enfoca en el sexo: el ballet es un invernadero de pasión e intriga. Nada de esto explica el interés que despierta el Bolshoi en el mundo de los negocios, pero nos puede enseñar algunas lecciones.
Una respuesta es que las instituciones peculiares nos pueden decir mucho sobre las comunes. Y la disfunción es más común en el mundo de los negocios que lo que se pueda pensar. Una mirada rápida por cualquier oficina sugiere que las bajas pasiones acechan dondequiera. Las murmuraciones y las puñaladas por la espalda son comunes. En todas las compañías los jefes manejan el poder, lo cual tiende a corromper. Un estudio muestra que darle poder a la gente los hace más propensos a hacer trampa en los juegos, y más interesados en sugerir castigos fuertes a otros que son atrapados haciendo trampa. Todos estos problemas son perennes, pero tres tendencias modernas los están haciendo peores.
La primera es el entusiasmo por recompensar a los empleados por su rendimiento, impulsado por el punto de vista razonable de que pagar a todos lo mismo evita que alguno se destaque. Pero, pagar por rendimiento puede tener perversas consecuencias. A los bailarines del Bolshoi se les paga de acuerdo a la cantidad de tiempo que pasen en el escenario, de modo que un suplente puede no sentirse muy triste porque la bailarina principal se rompa una pierna. La segunda es la crisis económica. Se dice que ha creado un tipo de “organización traumática” que debe tomar medidas drásticas para sobrevivir, y cuyo personal tiende a ser pesimista y exclusivista. La tercera tendencia es el aumento del número de compañías intensivas en el conocimiento, que manejan “economías de ideas” en lugar de economías de escalas, y que están hambrientas de lo mejor y lo más brillante.
La necesidad de contratar lo mejor significa que las firmas tienen que centrarse en las prima donnas. Esto tiene sus costos. Las firmas movidas por los talentos podrían ser hechas pedazos por discordias o hacerse disfuncionales por comportamientos egocéntricos. Un ambiente creativo puede ser a menudo tóxico. Las películas sobre Hollywood siempre muestran a gente bella haciéndose cosas feas entre sí. Algunas de las compañías más tóxicas han sido también las más creativas. Enron fue alguna vez reverenciado por revolucionar la industria de la energía. Lehman Brothers fue considerada la más inteligente entre las inteligentes. Steve Jobs fue un genio que pisoteaba a los rivales que se ponían en su camino y era famoso por su voluntariosa falta de tacto.
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Este es el resumen del artículo "De negocios y bailarinas" publicado en Febrero 09, 2013 en la revista The Economist.
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