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Funeral porno |
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| En la década de 1970 surgió en Brasil un género cinematográfico peculiar: la pornochanchada. En plena dictadura militar, estas películas eróticas sin sexo explícito y humor picaresco llegaron a ser verdaderos fenómenos de taquilla. Por ejemplo, O Bem Dotado -o Homem de Itu-, fue vista por 2,4 millones de espectadores en 1978. Con el fin de la censura, seis años más tarde, la pornochanchada dio paso al porno duro. Tal como en Europa o EUA, el público comenzó a migrar desde sórdidas salas de cine hacia la privacidad del home video. Las salas cerraron y fueron transformadas en templos religiosos. Pero entonces vino Internet y el DVD, fácil de piratear y de transportar, y la fiesta del porno se acabó. Hoy parece un funeral.
Según Paula Aguiar, presidenta de la Asociación Brasileña de Empresas del Mercado Erótico y Sensual (Abeme, por sus siglas en portugués), actualmente las ventas de películas eróticas no llegan al 1% del total comercializado por el segmento. En la década de 1990 representaban hasta un 60% del mercado. De acuerdo con los datos de la Abeme, en 2006 las producciones eróticas generaron R$ 300 millones en ingresos, 50% del movimiento del mercado adulto en la época. En 1962, cuando fueron lanzados los primeros sex shops, no tenían películas en oferta. Eso fue cambiando hasta que los videos sobrepasaron las ventas de productos. Pero el gran boom se acabó en 2004.
No es un tema sólo brasileño. Steven Hirsch, dueño de Vivid Entertainment, una de las mayores empresas en este segmento, llegó a afirmar en algunas entrevistas que éste es el peor momento vivido por el sector en 25 años. La piratería e Internet minaron el negocio de las grandes productoras, a lo que se sumó la crisis económica de 2008. Pero mientras el negocio tradicional de los productores de videos y revistas, enfrenta una de sus peores crisis, la pornografía en Internet no para de crecer. Según cifras de PornWatchers.com, dos de los principales sitios mundiales del segmento reúnen 735.000 videos, con un promedio de once minutos cada uno. Con este stock, sería posible ver las “producciones” durante 16 años sin que fuese necesario repetir un título. Más aún, con mejores velocidades de descarga y medios de pago seguros, estos portales tienen hoy el poder en la industria.
Una de las alternativas para enfrentar la caída ha sido apostar a subgéneros con mayor potencial de venta. Los videos fetichistas, dirigidos a los fans de contenido bizarro, tienen bastante espacio con mucha exportación a Europa. La “customización”, sin embargo, no ha sido suficiente para levantar el mercado. Con la crisis, muchas productoras cerraron las puertas. Una de las sobrevivientes es Hardsexy. Su propietario, quien prefirió no dar su nombre, también está a cargo de otros sectores, como películas de acción, de culto e incluso evangélicas. El empresario recuerda que, en los buenos tiempos de la industria, un video llegaba a vender 40.000 copias en kioscos. Hoy, dice, difícilmente un DVD llega a las 8.000.
Esto ha implicado ajustar todos los valores de la cadena, desde el precio final (que ha caído de R$ 25 a 17) a bajar el número de lanzamientos mensuales de nueve a dos. Lo positivo es que los costos de las copias se redujeron también, aunque ello ha facilitado aún más el pirateo. “Lanzo una película y al otro día ya está en Internet. Existen varios procesos contra quien hace eso; es lo máximo que podemos hacer”, cuenta el dueño de Hardsexy.
Pero si el productor porno sufre, para actores y actrices la crisis ha obligado también a la reinvención. “Llegué a recibir R$ 1.500 por una escena sin preservativo. Hoy no gano ni R$ 800”, cuenta Patricia Kimberly, que desde 2006 ha actuado en cerca de 200 producciones, entre ellas, “Carnaval do Frota”. En los primeros años como actriz porno, Patricia podía llegar a participar en unas diez producciones por mes, lo que le rendía alrededor de R$ 15.000. “Ahora en un mes hago una única escena”, afirma. Para compensar la caída Patricia lanzó su propio sitio Web, una movida cada vez más frecuente en EUA y Europa. Hoy la red le permite a cualquier persona o pareja construirse una identidad, armar su propio sitio, grabar videos caseros con tecnología digital y colgarse de algún portal pagando una tarifa por cada descarga.
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Este es el resumen del artículo "Funeral porno" publicado en Marzo 2013 en la revista América Economía.
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