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Una extraña pareja



Revista: The Economist
Tema: Gobierno
Fecha: Marzo 23, 2013
La Plaza de Mayo, principal plaza de Buenos Aires, es el hogar de tanto el palacio presidencial como de la catedral católica romana. El día 19 de marzo de este año antes del amanecer, la plaza ya estaba repleta de argentinos que habían llegado a ver la toma de posesión de su compatriota, Jorge Mario Bergoglio, como el Papa Francisco en Roma.

Como era de esperarse en cualquier país católico devoto, los argentinos comunes se encontraban excesivamente felices con el nombramiento del arzobispo de Buenos Aires para que fuera el nuevo jefe de la iglesia. Pero las reacciones de la ocupante del palacio presidencial, Cristina Fernández de Kirchner, y sus acólitos ante las noticias de que su vecino se había convertido en el argentino más poderoso del mundo fue mucho más ambivalente. Y la reacción del nuevo papa además reveló cuán dividida permanece Argentina en cuanto a lo que sucedió antes y después de la dictadura militar en los años 70.

Como vecinos en la Plaza de Mayo, sus relaciones fueron desde frías hasta hostiles. El Cardenal Bergoglio apoyó a los campesinos que se enfrentaron a la Sra. Fernández debido a un aumento en los impuestos en 2008. Ellos además estuvieron en desacuerdo con la aprobación de una ley por parte de la presidenta para legalizar el matrimonio entre homosexuales en 2010. Quizás de manera injusta, él acusó a la Sra. Fernández y a su predecesor y esposo, Néstor Kirchner, de hacer muy poco en cuanto a combatir la pobreza que le siguió al colapso económico y financiero de Argentina entre los años 2001 y 2002.

El viaje de la presidenta a Roma un día antes de la toma de posesión pareció un ejercicio rápido de daño limitado. Su carta inicial de felicitación fue rígida, en contraste con el entusiasmo expresado por otros dirigentes latinoamericanos. Cuando llegaron las noticias de la elección de Francisco, sus partidarios en el Congreso de Argentina se negaron a interrumpir los elogios al fallecido presidente de Venezuela, Hugo Chávez. Mientras los canales privados de televisión pasaban transmisiones ininterrumpidas del Vaticano, la televisora del estado, Canal 7, prefirió pasar caricaturas para niños.

Uno de los partidarios más cercanos de la Sra. Fernández entonces formuló una acusación de que el Cardenal Bergoglio, cuando era jefe de la subsidiaria argentina de la orden jesuita en los años 70, había sido cómplice de los crímenes que tomaron lugar durante la cruel y represiva dictadura militar entre los años 1976 y 1983. Horacio Verbitsky, un periodista de investigación que trabaja como editor del periódico Página 12 y quien ha sido el jefe de propaganda del gobierno de los Kirchner, afirmó en 1999 que el Padre Bergoglio le había entregado dos sacerdotes jesuitas a la Marina, quien los mantuvo cautivos por meses. Los sacerdotes habían fallado en escuchar sus advertencias de que deberían dejar el humilde distrito donde ellos trabajaban, por su propia protección, luego de que un trabajador laico se había unido a los Montoneros, un movimiento guerrillero.

Es improbable que el papa intervenga en las políticas de su país. No obstante, una encuesta de opinión indicó que alrededor de la mitad de los encuestados creen que su elección dañaría al gobierno. Esto incrementaría el número de arzobispos en Argentina, muchos de los cuales son críticos del gobierno de la Sra. Fernández. Quizás al reconocer esto, sus partidarios han cambiado de parecer de forma abrupta. Al haberse burlado primero de las referencias hechas a la elección papal, miembros de La Campora, un grupo fundado por el hijo de la presidenta que se identifica con los Montoneros, sostuvieron una celebración en la Villa 21-24, una zona rural, con motivo de la toma de posesión de Francisco. Eso pareció ser el reconocimiento a un poder más alto.




Este es el resumen del artículo "Una extraña pareja" publicado en Marzo 23, 2013 en la revista The Economist.

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