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Asuma riesgos: Las probabilidades son mejores de lo que usted piensa |
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| Muchas personas en sus 40 años o más, dicen que si pudieran hacer de nuevo sus carreras, tomarían más riesgos, harían menos acuerdos y protestarían más a menudo. Resumiendo, ellos desearían haber sido más valientes en los riesgos que tomaron. A menudo sabemos qué queremos hacer, pero aun así no lo hacemos. Somos innatamente opuestos a los riesgos y temerosos de poner nuestra vulnerabilidad a tiro. El estatus quo, aunque no nos satisfaga, parece una opción más fácil y suave, menos atemorizante. Los avances en la tecnología de imágenes cerebrales verifican que los seres humanos estamos programados para ser reacios a los riesgos. Cuando sopesamos si tomaremos o no una acción que puede dejarnos vulnerables a fracasar o alguna otra forma de pérdida, tenemos una tendencia innata a juzgar inadecuadamente cuatro elementos esenciales en la evaluación del riesgo:
1. Sobreestimamos la probabilidad de que algo salga mal. Cuando evaluamos el riesgo, las pérdidas potenciales tienden a parecer mayores que las ganancias potenciales. Nos enfocamos más en lo que podríamos perder o sacrificar, que lo que puede salir bien, y lo magnificamos en nuestra imaginación, sobreestimando la probabilidad de que ocurra. Pero los riesgos de que algo salga mal no suelen ser tan probables como estimamos que serían.
2. Exageramos las consecuencias de que algo salga mal. Lo llamo “catastrofiar”. Evocamos las imágenes más terribles y dramáticas de un escenario. En vez de asumir que actuaremos rápidamente para mitigar o adelantarnos a una situación, nos imaginamos una espiral fuera de control mientras quedamos pasivos, conjurando imágenes de las peores consecuencias para nuestra vida. Estamos neurológicamente programados para exagerar las consecuencias negativas si nuestros planes no funcionan, y fallamos en apreciar nuestra habilidad de intervenir para protegernos de futuros impactos.
3. Subestimamos nuestra habilidad de manejar las consecuencias del riesgo. Esto está más enfocado en nuestra capacidad. Demasiado a menudo dejamos que nuestras dudas tomen lo mejor de nosotros. El resultado es que con frecuencia evitamos afrontar nuevos desafíos (o perseguir activamente nuevas oportunidades) porque no confiamos lo suficiente en nuestra habilidad de elevarnos a los retos que involucran.
4. Descartamos o negamos el costo de la inacción y de atarnos al estatus quo. Nos engañamos con la esperanza de que nuestras circunstancias mejorarán con el tiempo y las cosas se resolverán solas. Pero las cosas que no están funcionando bien solo tienden a volverse peor en el tiempo, y los problemas que no son atendidos en nuestras relaciones y nuestras vidas, tienden a hacerse mayores, no menores.
Estas cuatro tendencias, funcionando juntas, explican por qué tanta gente inteligente vive con su potencial restringido, insatisfecha de sus carrera, atascada en sus relaciones, y viviendo una vida a la que nunca hubiera aspirado. Para saber qué riesgos vale la pena tomar, hágase estas tres preguntas: ¿Qué yo haría si fuera más valiente? ¿Qué me costará la inacción dentro de un año? ¿Dónde mi miedo al fracaso hace que yo sobrestime el riesgo o me subestime y evite correrlo? ¡Tenga en cuenta las respuestas! Le señalan un futuro más brillante que solo podrá crear cuando se comprometa a tomar acciones más audaces, decisivas y valientes. Habrá riesgos involucrados, pero usted está programado, tanto para sobrestimar su magnitud, como para subestimar su habilidad de manejarlos. Como escribió Lao Tsu hace doscientos años: “Usted es capaz de más de lo que piensa”.
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Este es el resumen del artículo "Asuma riesgos: Las probabilidades son mejores de lo que usted piensa" publicado en Mayo 2013 en la revista Forbes.
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