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América no casada |
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| Estados Unidos puede convertirse en un país de solteros. Los estudios más recientes muestran que los hogares de parejas casadas han pasado de un 80% en 1950 a un 50,7% en la actualidad, lo que significa que cerca de 86 millones de adultos solteros pueden convertirse en la gran mayoría norteamericana. Los no casados constituyen un 42% de la fuerza laboral, 35% de los votantes y el grupo más grande de consumidores de todos los perfiles. Más que nunca la gente está retrasando el matrimonio, cohabitando en mayores cantidades, formando más parejas del mismo sexo y casándose menos después de una ruptura. Las parejas casadas con hijos totalizan sólo un 25% y se pronostica que esta cifra caerá a 20% para el 2010.
Estas estadísticas suponen implicaciones y retos para el ámbito corporativo, gubernamental e incluso legal. Beneficios laborales, pensiones, impuestos, seguridad social, fondos educativos, todos fueron diseñados en el siglo pasado para favorecer y estimular las uniones maritales.
Existen algunos mitos en cuanto al matrimonio. La noción de que la pareja casada paga por ley más impuestos (“penalidad del matrimonio” impuesta por el gobierno norteamericano) no es totalmente cierta. Los ejecutivos de altos salarios con esposas dedicadas al hogar, por ejemplo, reciben subsidios que las mujeres solteras trabajadoras no logran. En el lugar de trabajo, los solteros logran un 25% menos por la misma cantidad de trabajo debido a la estructura de cuidados de salud, planes de retiro y otros, centrada en torno a los empleados casados. En el campo civil, los solteros están discriminados en las solicitudes de crédito, pagan más por seguros personales y de automóviles y reciben menos descuentos en servicios como clubes y hoteles.
Estas facilidades eran menos importante en el pasado cuando el padre trabajaba y la madre se quedaba en el hogar. Pero ahora hay mayores posibilidades de que se pase la adultez en soltería. Más aún un 33% de los niños nacen de padres solteros y desempleados. Y en la mayoría de los lugares de trabajo todavía persiste una definición anticuada de un obrero ideal, la de alguien que trabaja más de 50 horas por semana y no toma los descansos para criar a los niños. Así como aumenta la realidad de una nueva sociedad norteamericana no casada, los CEOs, políticos y jueces se enfrentan en con el reto de diseñar beneficios, estructuras tributarias y modelos de retiros que se adapten de una manera más justa a la población cambiante. Ya un 40% de las 500 empresas más grandes han comenzado a reexaminar sus políticas al respecto. A la larga estos cambios podrían llevar a sistemas más del estilo europeo, que desconectan el estado civil de la persona de su elegibilidad como empleado y de sus beneficios.
Las bajas tasas de matrimonio, combinadas con el declive de la fertilidad, también asoman otras preocupaciones; entre ellas, si las nuevas generaciones serán capaces de soportar a los porcentajes de empleados retirados y los servicios de salud que necesitarán . O si podrán reemplazarse estos trabajadores especializados con nueva fuerza de trabajo entrenada a fin de mantener la productividad del país. O si los grupos minoritarios inmigrantes ganarán más poder, ya que tienden a tener mayores tasas de fertilidad. Las respuestas a estos planteamientos redefinirán las políticas sociales y forzarán a las corporaciones a repensar sus estrategias de capital humano.
En el campo político, algunos expertos consideran que la brecha matrimonial podría convertirse en un asunto de interés para la campaña presidencial del 2004 (Bush obtuvo mucho apoyo de los casados, quienes aprobaron su candidatura en un 15% más que los solteros o divorciados).
Los solteros están empezando a movilizarse formando asociaciones para obstruir prácticas que imponen mayores tarifas a los no casados o para desafiar las leyes que limitan el número de personas no emparentadas que puedan vivir juntas. Muchos están empezando a “salir del clóset” y a establecer hogares con personas del mismo sexo. Las pensiones también se están convirtiendo en un asunto de interés para los solteros. Si un empleado casado muere antes de empezar a recibir los beneficios, la esposa sobreviviente los hereda, pero en el caso de los no casados, estos pasan al Estado.
Aunque la tasa de matrimonios ha caído, la tendencia podría revertirse entre otras cosas, con un retorno a los valores religiosos que enaltecían la importancia de la unión. Pero esto es poco probable a juzgar por la actitud de las jóvenes quienes consideran (un 33%) que vale la pena tener un hijo sin casarse o que lo pensarían si llegan a los treinta sin encontrar pareja.
El debate en Estados Unidos sobre el valor de los casados o los solteros parece destinado a convertirse en un problema cada vez más complejo. Algunos dicen que el país está cayendo por una pendiente y con él una de las últimas redes de seguridad social que existen. Los críticos advierten sobre una futura sociedad atomizada, con grupos apuntando a intereses propios, con los niños como las víctimas más evidentes. Pero otros dicen que dados los acontecimientos lo que menos se necesita es la nostalgia por el pasado sino un replanteamiento de las nociones de las relaciones sociales y de la familia. No importa el rol de la política la convulsión demográfica ciertamente llevará a un nuevo examen de lo que significa ser miembros cabales de la sociedad.
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Este es el resumen del artículo "América no casada" publicado en Octubre 20, 2003 en la revista Business Week.
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