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El defecto fatal de los programas de gestión del temperamento |
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| Gestionar los conflictos es una de las tareas más difíciles que tiene que enfrentar los gerentes. Y hacer del rey Salomón entre colegas se ha vuelto cada vez más difícil gracias a los programas de gestión del temperamento diseñados para erradicar las emociones intensas en el lugar de trabajo. Buena parte de estos programas tratan de que las personas no se enojen justo después de que la persona ya ha sufrido un episodio de rabia.
Pero decirles a las personas que no se sientan molestas (o tristes o frustradas o estresadas) no tiene nada que ver con lograra que dichos sentimientos desaparezcan. Esta estrategia suele fracasar. No se puede dictar un "buen comportamiento" a largo plazo porque, en el mejor de los casos, esto no hace más que obligar a las personas a comportarse tal cual lo exigen las normas. En el peor de los casos, intensifica las emociones latentes.
Abstenerse de hacer algo prohibido no es lo mismo que no desear hacerlo. La manera de lograr que las personas socialicen de manera sana es (1) brindar recursos para que resuelvan sus sentimientos "antisociales" o (2) brindar entrenamiento para lidiar con circunstancias estresantes.
Los gerentes de Recursos Humanos que tratan de reducir las repercusiones del temperamento en el trabajo deberían recordar que las emociones humanas, una vez desatadas, son como la crema dental: Es imposible meterlas de nuevo en el tubo. Por tanto, es mucho mejor aprovechar cualquier recurso disponible que tratar de revertir lo que ya se ha hecho.
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Este es el resumen del artículo "El defecto fatal de los programas de gestión del temperamento" publicado en Julio 2013 en la revista HBR Blog.
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