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Balón de la discordia |
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| La inversión en el Mundial de Fútbol era, anteriormente, una señal de prestigio para los países que albergaban este evento; no obstante, hoy en día, se ha convertido es una muestra de despilfarro económico, tal y como se está evidenciando en Brasil. Para realizar sus grandes eventos deportivos, la FIFA y el Comité Olímpico Internacional recurre a gobiernos de países desarrollados, de potencias aspiracionales y de países simbólicos dispuestos a gastar buena parte de sus recursos por ingresar al selecto club.
La dinámica del negocio es la siguiente: los estados invierten en infraestructura, seguridad e imagen-país (a la espera de una oleada de turistas), mientras que la FIFA y el COI se llevan las ganancias por la publicidad y las entradas del evento. En el caso de Brasil, las cifras acordadas con ambas organizaciones, además de ser excesivamente ostentosa, empieza a ser contradictorias, lo que está causando un fuerte impacto en la escena política y social del país y podría poner fin, incluso, a la reelección de Dilma Rousseff.
De cara al campeonato, Brasil pretende llevar a cabo proyectos que suman los US$ 13.300 millones, a diferencia del Mundial de Sudáfrica que costó unos US$ 3.500 millones, lo que les da razones suficientes a los brasileños para salir a las calles a exigir más inversión local y protestar por la baja calidad de los servicios públicos, como consecuencia del derroche económico de este evento deportivo. Por otra parte, un 83% del programa es financiado por los gobiernos federales o locales, algunos de los cuales recibirán beneficios en forma de mejoras urbanísticas por contar con ciudades sedes. No obstante, una buena parte de las ganancias se las llevarán la FIFA, el COI y los contratistas.
Lo cierto es que algunas de las obras ya estaban pensadas antes de la Copa, pero el evento las aceleró. Lo mismo ha ocurrido con otras que fueron canceladas o pospuestas como no prioritarias. Sin embargo, es un hecho que la mayoría de las infraestructuras no estarán listas para el torneo; por tal razón, han sido sustituidas por proyectos menores y más baratos. De igual modo, el impacto de los planes de movilidad dentro de las ciudades tampoco será tan vasto, pues no se ha planificado construir metros o monorrieles para los estadios, donde los partidos se disputarán prácticamente en horario nocturno.
Por lo contrario, el sector turístico ve con optimismo este campeonato, ya que los meses de mayo y junio suelen ser temporada baja y no hay una fuerte presencia de viajeros de negocios en esa época. Según las estimaciones, se espera el arribo de unos 600 mil turistas, 20 mil periodistas y 3,1 millones de brasileños que se desplazarán internamente para seguir los partidos de la Copa. Con el objeto de optimizar las opciones de hospedaje, el Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) desarrolló una línea de financiamiento de unos US$ 2 mil millones para la construcción y rehabilitación de hoteles, capacitación del personal, etc. Por otro lado, el sector de las telecomunicaciones ya cumple una buena parte de sus objetivos de calidad y cobertura de la nueva red móvil de cuarta generación (4G), instalada en buena parte de los estadios brasileños.
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Este es el resumen del artículo "Balón de la discordia" publicado en Julio 2013 en la revista América Economía.
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