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Diplomacia de avestruz |
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| Actualmente, la mayoría de los presidentes latinoamericanos han empezado a marcar distancia con el líder de la oposición venezolana, Henrique Capriles, por miedo a represalias del gobierno de Nicolás Maduro en sus relaciones comerciales y diplomáticas.
Lo cierto es que la razón de toda esta algarabía diplomática es que Capriles, quien desconoció los resultados de las elecciones presidenciales celebradas en abril, ha pretendido persuadir a los gobiernos de la región latinoamericana para que abogaran por su causa.
Mientras tanto, Venezuela, gobernada por el sucesor de Chávez, está pasando por una seria crisis política y económica, como consecuencia no sólo de una gestión deficiente, sino también de la dudosa legitimidad del nuevo Presidente y la falta de divisas en el país. Si bien Chávez aumentó su apoyo internacional en la región durante más de una década a costa de una diplomacia de dádivas generosas y favores petroleros, lo cierto que, hoy en día, Maduro no corre con la misma suerte que su antecesor, pues no cuenta ni con su carisma ni con los recursos, lo que podría debilitar fuertemente su influencia en Latinoamérica.
No obstante, los mandatarios latinoamericanos (algunos por ser ideológicamente parecidos, otros por su dependencia del petróleo subsidiado o simplemente por temor a ir en contra del gobierno venezolano) prefieren ignorar la grave crisis económica venezolana y evitar altercados políticos, como el que vivió el mandatario colombiano Juan Manuel Santos, quien después de mantener una reunión privada con Capriles el pasado mayo, fue acusado de tramar, junto a la oposición venezolana, la supuesta muerte de Maduro.
Este impasse político incluso llevó al ministro venezolano de exteriores a amenazar a Colombia con retirarle su apoyo en las negociaciones de paz con las FARC. Desde entonces, otros gobiernos latinoamericanos, como es el caso de Perú, han tomado una postura similar y han pospuesto sus reuniones pautadas con Capriles. Lo mismo ocurre con Brasil, que está lejos de servir de mediador para resolver en el conflicto interno venezolano, pues sus intereses sólo se centran en proteger sus negocios y amasar fortunas gracias al comercio con Venezuela.
Como si esto no fuera suficiente, los organismos regionales, tales como UNASUR y OEA, también se rehúsan a considerar los argumentos del líder de la oposición venezolana y a ayudar a Venezuela a afrontar su crisis interna. De hecho, el secretario general de la OEA, José Miguel Insulza, quien había admitido la violación de la carta democrática por parte del gobierno venezolano, ahora declaró que las condiciones no estaban dadas para discutir la crisis venezolana. Por su parte, el gobierno venezolano tampoco quiere establecer vínculos con este organismo y anunció que abandonaría la Convención Interamericana de Derechos Humanos este año.
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Este es el resumen del artículo "Diplomacia de avestruz" publicado en Junio 08, 2013 en la revista The Economist.
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