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La superpotencia renegada |
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| En junio de 1963, John Kennedy trajo esperanza a una ciudad dividida al frente de la guerra fría con las palabras “Ich bin ein Berliner” (yo soy berlinés). Cuando Barack Obama visitó Berlín medio siglo después, encontró un lugar muy diferente. Unida, fuerte y rica, Alemania es el poder hegemónico de Europa. Francia, la otra mitad de la sociedad comercial en el núcleo de la Unión Europea, es débil y mal dirigida; Inglaterra es una nación distraída por el debate acerca de su membresía en la Unión Europea. Nada puede suceder en la Unión Europea sin el apoyo activo de la canciller alemana, Angela Merkel.
La Sra. Merkel es el político más impresionante que hay en Europa. Muchas veces, durante los últimos cinco años de dificultades, ella ha utilizado su poder para el bien. Pero ella es una mujer naturalmente cautelosa que se enfrenta a una elección muy reñida a finales de septiembre de este año. Y su renuencia a liderar Europa es ampliamente compartida por sus compatriotas alemanes.
Como resultado, Europa se dirige rumbo al desastre. Aunque los mercados se encuentran más calmados que el año pasado, el PIB de la zona euro se encuentra disminuyendo, las tasa de desempleo se encuentra en más del 12%, el progreso para construir las estructuras que se necesitan para un área de moneda estable se ha paralizado y la fe en el proyecto europeo es cada vez menor. A menos que Alemania se mueva, la economía del continente –y su política– empeorará.
Hay tres barreras que le impiden a Alemania alcanzar ese liderazgo –todas ellas entendibles. La primera y más difícil de superar es histórica. Incluso la palabra líder (Führer) trae malos recuerdos. Al haber hecho caer a Europa en guerra dos veces, muchos alemanes creen que el deber de su país es convertirse en una versión más grande de Suiza: uno próspero económicamente y políticamente modesto.
La segunda razón para la renuencia de Alemania en liderar Europa es la creencia de que la causa mayor de la crisis en la zona euro es la pereza de los europeos del sur, y que si tan sólo ellos fueran tan productivos como los alemanes nada de esto habría pasado. La solución, desde este punto de vista, es que el resto de Europa se ponga a trabajar tan duro y sea tan fiscalmente prudente como Alemania.
Y la tercera razón para que la Sra. Merkel fracase en liderar a Europa es táctica. Alemania, dice el argumento, logrará más cosas si ésta comienza a guiar desde atrás. Con una hostilidad creciendo en toda Europa, demasiada asertividad teutona será contraproducente. Además, los riesgos morales representan un problema. Si Alemania parece lista a abrir su billetera, sus vecinos sureños estarán menos dispuestos a cambiar.
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Este es el resumen del artículo "La superpotencia renegada" publicado en Junio 15, 2013 en la revista The Economist.
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