|
Pequeñas grandes historias |
|
| La industria editorial en América Latina ha encontrado finalmente a un cliente fiel y apasionado: los niños. Entre políticas públicas, acciones de los privados y la preocupación de los padres, el libro infantil y juvenil es el producto del momento.
Según los datos recopilados por las Agencias ISBN en América Latina y el Caribe, en 2011 el número de títulos de la literatura infantil y juvenil creció por encima del 13% que registró la oferta editorial. Del total de títulos editados en 2011, Argentina concentró el 38%, México el 21% y Colombia el 11%: estos tres en conjunto sumaron el 70% de los títulos de literatura infantil y juvenil de la región, sin contar Brasil.
Según Ilhsa, un grupo de comercialización de libros, el consumo de libros infantiles en Argentina aumentó 7,2% durante 2012. Las cifras de la Cámara Argentina del Libro van en este mismo sentido, y aún más: 55% más de títulos infantiles registrados por las editoriales. “Las compras que los docentes seleccionan como lecturas en las escuelas, así como las adquisiciones para dotar bibliotecas han estimulado la producción de libros infantiles”, indica Ana María Pavez, una de las fundadoras de la editorial chilena Amanuta, especializada en el mercado infantil.
Aparte de las políticas públicas de estímulo a la lectura, la producción local de libros para niños y adolescentes ha recibido un empujón importante de las acciones de RSE (responsabilidad social empresarial) de las empresas y fundaciones privadas. En Chile, por ejemplo, la fundación “La Fuente” por tercer año consecutivo realizó el programa “Viva Leer”, que consiste en la donación de 75 bibliotecas escolares abiertas a la comunidad. El concurso convocó a más de 200 colegios municipales, donde resultaron ganadoras 15 escuelas de todo el país. “Lo cierto es que los chicos han pasado a ser un foco de comercialización. Son vistos como un elemento positivo en términos de imagen”, explicó la editora de Planeta en Argentina.
Oferta y demanda hay, y a ello se suma el atractivo de unos canales de distribución cada vez más especializados y sofisticados. En Brasil la Librería Cultura es un referente. En la sala principal, por ejemplo, hay lugares especiales y llenos de color para que los niños se diviertan con los libros, puedan participar en cursos, actividades y presentaciones especiales para ellos. Este tipo de iniciativas se intenta replicar en otros países también. En Chile la librería Tesauro busca convertirse en un espacio acogedor e integrador, donde además de libros infantiles se pueden encontrar productos vinculados a la lectura.
Para los expertos, la clave del éxito ha sido la identidad. “Para los niños ya no basta con leer clásicos europeos; lo importante son historias que se acerquen a su realidad”, dice María Baranda, autora mexicana de poesía y literatura infantil. No es que las hadas y princesas estén subvaloradas, ahora ellas tienen que ayudar al niño a entender su entorno.
Series como “Las aventuras de Julito Cabello”, escrita por un periodista chileno llamado Esteban Cabezas y que ya tiene seis entregas, intentan reflejar las vivencias de un niño común y corriente de clase media, orientado al segmento de diez años. Hay incluso libros para niños de entre dos y tres años. “Entre más pequeños comiencen a leer en torno a su propia realidad, mejor”, indica Pavez. Para los expertos, historias como la de Julito Cabello todavía tienen mucho por entregar en América Latina. Y colorín colorado, este cuento de buenas nuevas aún no se ha acabado.
|
Este es el resumen del artículo "Pequeñas grandes historias" publicado en Octubre 2013 en la revista América Economía.
Vea otros artículos publicados en América Economía u otros artículos sobre Industria editorial.
deRevistas.com traduce y resume los mejores artículos publicados por las revistas más prestigiosas de Negocios y Gerencia. Cada quincena, le enviamos a nuestros suscriptores un nuevo ejemplar con unos 30 resúmenes.
|