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Tempestad perfecta: Situación del clima económico en Brasil después de los disturbios sociales | 
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| "El gigante ha despertado" fue una de las frases populares más escuchadas durante el invierno brasileño de 2013, cuando el mundo fue testigo de las manifestaciones masivas que se adueñaron de las calles de Brasil. Aunque se escucharon muchas voces en medio de las protestas, había un tema común que unía a todas ellas: la exigencia de más inversiones públicas y mejoras de los servicios prestados al pueblo. Con un total de cerca de 1,4 millón de personas en 130 ciudades, las manifestaciones rápidamente llamaron la atención del Gobierno. Después de varias semanas de protestas constantes seguidas de una huelga general y de la caída sustancial de la aprobación de la presidente, Dilma Rousseff se vio obligada a reconocer la legitimidad de las protestas y a proponer un conjunto de iniciativas en respuesta a las demandas realizadas. Una de ellas, una medida que adjudicará un 75% de los royalties del petróleo a la educación y un 25% a la salud, ya se está poniendo en práctica. Otra, titulada "Más Médicos", reclutará médicos extranjeros para trabajar en regiones remotas llenando las lagunas existentes en el sistema de salud.
Estas manifestaciones ocurrieron en un escenario de bajo desempleo y sin disminución de la calidad de vida. El movimiento Reforma Política Ya apunta como causas del descontento creciente, entre otras, la corrupción, impunidad de los políticos, educación y sistema de salud precarios. Muchos de los manifestantes pertenecen a la creciente clase media del país, cuyas expectativas en relación a los servicios prestados por el Gobierno se han vuelto cada vez más sofisticadas. Los jóvenes también participaron de forma masiva en las protestas y recurrieron a las redes sociales para ayudar a organizar las manifestaciones. Según el senador Cristovam Buarque, "la conciencia de descontento y la pérdida de la esperanza coincidieron con la concienciación de que Internet puede movilizar a las personas".
Durante la última década, Brasil ha logrado avances sustanciales estrechando la brecha que separa los pobres de los ricos. Más de 40 millones de ciudadanos salieron del umbral de la pobreza extrema en un país de 200 millones de habitantes. Pero la desigualdad de renta continúa siendo un problema grave. El índice Gini de Brasil, que mide la desigualdad de renta y es utilizado ampliamente por los economistas (0 representa igualdad perfecta y 100 desigualdad perfecta), se situó en 54,7 a finales de la década de 2000. El nivel de concentración de renta en el país es el más alto entre los países BRIC (40,1 en Rusia; 33,9 en India y 42,1 en China), situándose muy por detrás de los países de la OCDE (31,4).
El ambiente macroeconómico global desfavorable ha afectado a la economía brasileña en los últimos tiempos. Después de una década de expansión económica notable, los gigantes que forman los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) están en proceso de desaceleración. Llegó la hora de que otros mercados emergentes, como los "Next-11" —tal y como denominó Goldman Sachs a una serie de países, entre ellos Bangladesh, Indonesia, México y Turquía— lideren el crecimiento global. Hace tiempo que Brasil se beneficia de la demanda creciente de las commodities y del consumo interno. Sin embargo, la debilidad económica generalizada y la desaceleración del crecimiento en China redujeron el apetito de commodities, y la demanda doméstica cayó en medio de la inflación creciente. Según el Fondo Monetario Internacional, el crecimiento del PIB brasileño cayó del 6,1%, en 2007, a un porcentaje estimado del 2,5% en 2013.
De momento, la economía brasileña tiene por delante una perspectiva sombría. Según un artículo de 2013 de The Economist, "muchos brasileños perdieron la fe en la idea de que su país estaba a punto de alcanzar niveles estratosféricos, y se diagnosticó más bien un vuelo de gallina, tal y como se llamaron los ciclos de crecimiento económico anteriores". Con todos los problemas que Brasil tiene actualmente, los analistas no saben muy bien lo que vendrá a continuación, generando un ambiente de volatilidad e inquietud. Mientras el crecimiento sólido no vuelva y las expectativas de inflación no disminuyan, los inversores probablemente reducirán su apetito por los activos brasileños.
Los efectos domésticos e internacionales se mezclan, creando una situación socioeconómica crítica. Como en una tempestad perfecta —en que la combinación de sistemas tormentosos tiene como resultado un evento de magnitud colosal— las presiones inflacionarias, el clamor social, la desaceleración mundial, servicios públicos de mala calidad e infraestructuras obsoletas ponen en riesgo el futuro de Brasil en una época en que la perspectiva internacional no parece muy prometedora para las economías emergentes.
La tempestad perfecta amenaza con empujar a Brasil al borde del precipicio. "Estoy preocupado en este momento, pero las soluciones para nuestros problemas están en nuestras manos", dice Arminio Fraga, ex presidente del Banco Central de Brasil. "El Gobierno debe mantener bajo control la situación macroeconómica y, al mismo tiempo, lidiar con la variedad de desafíos microeconómicos que van desde la regulación de la mayor parte de los sectores de infraestructura y de prestación de servicios públicos hasta la complejidad del sistema tributario, la calidad de los servicios públicos", inclusive transporte, salud y educación. El impacto de largo plazo sería profundo. La capacidad de los políticos de reaccionar al contexto actual y poner en funcionamiento un plan factible y eficaz para combatir esos efectos determinará las perspectivas futuras de Brasil.
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Este es el resumen del artículo "Tempestad perfecta: Situación del clima económico en Brasil después de los disturbios sociales" publicado en Diciembre 2013 en la revista Knowledge @ Wharton.
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