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Ataduras que obligan |
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| La prensa de los negocios se encuentra llena de historias alentadoras acerca de la “guerra de los talentos”. Ésta ha reportado que eBay le paga a su principal tecnólogo el doble que a su director general. Apple recientemente le pagó US$8 millones a uno de sus fenómenos para que no se fuera de la empresa. Las empresas tecnológicas regularmente derrochan dinero en emprendimientos para así “adqui-contratar” a sus empleados. Además compiten furiosamente para darles a sus trabajadores las mejores comidas y los instructores de yoga más de moda.
Pero la guerra de los talentos tiene su lado oscuro, uno que se pelea con demandas legales y ataduras en vez de sustanciales bonos y sushi. Las empresas recurren cada vez más a litigaciones –algunas de ellas extraordinariamente no placenteras– para prevenir que los empleados se vayan con sus rivales. El resultado de todo esto es que el mercado laboral se está obstruyendo.
El arma más popular en este frente es un acuerdo de “no competencia”, el cual previene que los empleados que abandonen una compañía trabajen para uno de sus rivales por un período fijo de tiempo (con frecuencia hasta dos años, pero a veces hasta cinco en Italia) o establezcan un negocio que les haga la competencia. Estos acuerdos una vez estuvieron confinados a las máximas categorías de empresas intensivas en conocimiento. Ahora están por todas partes: alrededor del 90% de los empleados a nivel gerencial y técnico en EUA los han firmado ya.
Otras armas dentro de este arsenal incluyen la “información confidencial” y los requerimientos de “tares de pre-invención”. Las empresas pueden evitar que sus antiguos trabajadores (incluyendo los que no han firmado acuerdos de no competencia) se vayan donde un rival con la base de que ellos se están llevando secretos industriales consigo. Además pueden hacer valer amplios derechos sobre los inventos de los empleados –reclamando la propiedad de ideas de las personas que han trabajado por años antes de unirse a la empresa o que se les hayan ocurrido en su tiempo libre o incluso después de irse de allí.
Es fácil ver por qué las empresas le gustan estas armas. Ellas pueden perder millones de dólares en conocimientos y contratos cuando un alto ejecutivo se les une a un rival. Ellas pueden perder incluso más si el ejecutivo conoce su “receta secreta” o algoritmo. Igualmente es fácil ver por qué los empleados odian estos acuerdos. Los de no competencia, por ejemplo, evitan que las personas vendan su trabajo por largos períodos de tiempo durante el cual sus conocimientos se atrofian y sus contactos se desvanecen.
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Este es el resumen del artículo "Ataduras que obligan" publicado en Diciembre 14, 2013 en la revista The Economist.
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