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Constrúyala y ellos vendrán | 
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| En los últimos años las principales escuelas de negocios han estado recaudando grandes cantidades para gastar en nuevas instalaciones. La Escuela de Administración Kellogg, en Illinois, pronto comenzará a trabajar en una nueva sede para su programa de MBA a orillas del lago Michigan, por US$ 200 millones. La Escuela de Negocios de Stanford gastó US$ 345 millones en su nuevo campus. El proyecto más grande en términos de costo está en marcha en Nueva York, donde la Escuela de Negocios de Columbia está cerca de recaudar los US$ 600 millones que necesita para completar un nuevo campus en West Harlem.
Hay varias razones para esto. Una es que muchas escuelas de negocios construyeron campus en una fase expansiva previa en la década de 1960 y 70, y ahora están listas para la regeneración. También han aumentado de las expectativas de los futuros estudiantes. El campus de la Escuela de Negocios de Harvard es la envidia de todos sus competidores, pero en una encuesta realizada a sus estudiantes de MBA, obtuvo un humilde lugar 27 en el mundo, por debajo de instituciones mucho más modestas. Harvard a cobra por un MBA alrededor de US$ 200.000, los estudiantes tienen todo el derecho a esperar perfección.
La construcción de nuevas y costosas instalaciones no está exenta de riesgos. La demanda de los MBA se mantiene débil. En el año 2012-13 hubo 50.000 menos exámenes de ingreso menos para los MBA que el año anterior y la cifra más baja desde hace seis años. Sobre todo las escuelas inferiores en la escala jerárquica se arriesgan a que sus lujosos salones tengan baja densidad poblacional. Para algunas, sin embargo, el riesgo es menor. La Escuela de Negocios Judge, de la Universidad de Cambridge, planea que su nuevo edificio de US$ 85 millones sea también sede de sus lucrativos programas de educación ejecutiva sin titulación, actualmente diseminados por otras facultades de Cambridge, con lo que aspira a recuperar el desembolso en pocos años.
En cualquier caso, el dinero para los proyectos de la mayoría de las grandes escuelas proviene de antiguos alumnos y patrocinadores ricos, que no esperan retorno de su inversión. Una de las razones por la que más escuelas pueden permitirse estos grandes proyectos, es que han convertido la filantropía en un negocio profesional. Casi todas ahora emplean a tiempo completo a recaudadores de fondos. Sus objetivos preferidos suelen ser antiguos alumnos que se han enriquecido después la graduación. Los decanos a menudo se juzgan sólo por dos criterios: cómo están las tarifas de la escuela en los rankings, y la cantidad de dinero que le han exprimido a exalumnos ricos.
Además de riesgo financiero, se corre el riesgo de la obsolescencia. Muchos piensan que la educación superior está al borde de ser desplazada por la tecnología del aprendizaje a distancia, y esos campus trofeo podrían convertirse en reliquias. Pero la moda es ahora invertir en mejores instalaciones, para mantenerse al día con los rivales. Las mejores escuelas seguirán atrayendo a los estudiantes; la tentación de trabajar en red y asegurar un grado de marca no va a disminuir. Sin embargo, algunos están cubriendo sus apuestas. Como Yale inauguró su nuevo campus de lujo, su sitio web estaba anunciando su "nueva generación de cursos en línea".
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Este es el resumen del artículo "Constrúyala y ellos vendrán" publicado en Enero 18, 2014 en la revista The Economist.
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