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Los lobos de la Web |
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| A los barones de la alta tecnología les gusta pensar de sí mismos que son seres muy diferentes a los barones de Wall Street. Ellos crean modernos dispositivos que nos permiten llevar el mundo en nuestros bolsillos. Ellos visten sudaderas, no trajes. Y deben su éxito a su genialidad natural en lugar de a las conexiones sociales –ellos son "los locos, los inadaptados, los rebeldes, los alborotadores, los que ven las cosas de otra manera", como dice la famosa formulación de Steve Jobs.
Aunque para muchas personas en San Francisco esta es una distinción sin diferencia. Desde hace meses, unos manifestantes han estado bloqueando las flotas de autobuses privados que Google y otros gigantes de la tecnología utilizan para transportar a sus empleados desde y hasta Silicon Valley 65 kilómetros al sur. Ellos están particularmente indignados de que estos autobuses paguen casi nada por utilizar las paradas públicas, a menudo bloqueando los autobuses de la ciudad. Los manifestantes además están enojados porque la afluencia de "geeks" bien pagados ha hecho subir los precios de las propiedades inmobiliarias y alquileres.
Los titanes de la tecnología también han sufrido este tipo de inconvenientes anteriormente: Bill Gates fue una vez vilipendiado como un moderno ladrón capitalista sin escrúpulos antes de que se convirtiera en el mayor filántropo del mundo. La mayoría de las personas fuera de San Francisco todavía miran a estas empresas tecnológicas con admiración, no con disgusto. Pero sería un error que toda el área de la bahía ignorara este inconveniente. El mismo está siendo impulsado por dos acontecimientos que, a la larga, reformarán las actitudes en todo el mundo.
El primero es el fin del excepcionalismo tecnológico. La elite de Silicon Valley siempre ha valorado sus raíces en la contra-cultura –en el mundo de los clubs de computación caseros, de los utópicos cyber-gurús y de los hackers. Pero ésta también tuvo un lado convencional: Hewlett-Packard pudo haber comenzado en un garaje, pero pronto se convirtió en un gigante empresarial; los vínculos que tienen las empresas de tecnología con el ejército se hicieron evidentes cuando Dave Packard fue nombrado vicesecretario de defensa durante la administración de Richard Nixon. Las actuales protestas simbolizan un creciente reconocimiento de que la tecnología es una industria como todas las demás: la mayoría de ellas son dirigidas por obreros corporativos –aquellos que ven las cosas de otra manera en el lenguaje de Jobs– e impulsadas por la necesidad de maximizar las ganancias. Sheryl Sandberg, jefe de operaciones de Facebook, se ha convertido en multimillonaria a pesar de no haber fundado la empresa. El éxito de Apple ha creado un gran número de puestos de trabajo en el sector manufacturero, casi todos en lugares más asequibles que EUA.
El segundo acontecimiento es el triunfo de la meritocracia. Esto no quiere decir que la tecnología está totalmente basada en los méritos: las mujeres y las minorías no asiáticas tienen claramente poca representación. Pero su lógica es sin embargo meritocrática: no se puede programar un computador o desarrollar una aplicación sin tener un alto coeficiente intelectual y una educación especializada. Así que la industria tecnológica está intensificando la relación que hay entre el coeficiente intelectual, la educación y las recompensas: los jóvenes genios de la tecnología ganan mucho gracias a los trabajadores que respondan a sus avisos publicitarios en TaskRabbit.
Robert Reich, secretario de trabajo de Bill Clinton y ahora académico de Berkeley, una vez se quejó acerca de la "secesión de los exitosos" mientras la elite adinerada se mudaba a comunidades privadas. Pero los adinerados jóvenes tecnólogos de hoy quieren disfrutar de las ventajas de la vida en la ciudad. De esta forma compran, ocupan e invaden todo los distritos urbanos y lo hacen a la vista de todos. Esto inevitablemente crea tensiones mientras la clase obrera ve construir un mundo paralelo frente a sus ojos. San Francisco tiene antecedentes de anticipar terremotos de tipo cultural, desde los hippies en la década de los 60 hasta los llamados "greenies" en la década de los 80. Los lobos de la Web deberían tener cuidado.
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Este es el resumen del artículo "Los lobos de la Web" publicado en Febrero 2014 en la revista The Economist.
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