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Por qué no protegemos nuestras claves



Los expertos dicen que la mejor manera de proteger su identidad y la información en línea es cambiar las contraseñas regularmente y utilizar una contraseña diferente para cada sitio. Sin embargo, según una encuesta realizada en la primavera pasada por el Pew Research Center, sólo el 39 % de los usuarios de Internet han cambiado alguna vez sus contraseñas. Como profesor de marketing he segmentado a los que no cambian sus contraseñas en las siguientes categorías:

- Los despistados. Estas son las personas que de alguna manera se mantienen ignorantes de la necesidad de cambiar o fortalecer sus contraseñas. Ellos se desconectan voluntariamente de la información que les es desagradable o desconcertante. Los académicos llaman este comportamiento de “captación y congelación”. Al captar una palabra que la incomoda (como “hacker” o “contraseña”) la persona se congela.

- Los que evitan. Cambiar la contraseña es una tarea como uso de hilo dental y el ahorro para la jubilación, por lo tanto muchos de nosotros simplemente optamos por evitarla. Tales decisiones de evitar habla de la elección de creer o sentir que las consecuencias no son relevantes para uno.

- Los que se reclinan. Estas son las personas que dicen “yo quiero hacerlo” pero no lo hacen. Son las personas que piensan que las acciones dicen más que las palabras. Siempre buscan argumentos para la inacción: ¿para qué cambiar mi contraseña si puedo ser hackeado de nuevo? Este es un grupo particularmente difícil.

- Los que posponen. Estas son las personas que mantienen la promesa de hacer lo correcto pero nunca se mueven para hacerlo. Cuando declaran su intención parecen ser responsables pero en el fondo evitan incurrir en los costos de cambiar su comportamiento. Las personas posponen para una variedad de razones.




Este es el resumen del artículo "Por qué no protegemos nuestras claves" publicado en en la revista Harvard Business Review.

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