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Lo que quiere China



Revista: The Economist
Tema: Negocios con China
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Se prevé que en unos años, la economía de China sobrepasará en tamaño a la de EUA, y sus fuerzas armadas, aunque aún menores que las de EUA, están creciendo rápidamente y en cualquier guerra en Asia oriental tendrán la ventaja de estar en casa. Para algunos, la rivalidad entre China y EUA se ha hecho inevitable y será seguida por una confrontación o incluso por un conflicto. La tarea de la diplomacia será prevenir esa catástrofe, el asunto es el “cómo”. Aunque algunos apoyan la idea de que China pretende revertir el orden mundial, en gran parte del mundo el país asiático busca trabajar dentro de las normas existentes, no violarlas. Su diplomacia se está volviendo más sofisticada y útil. China es el mayor contribuyente a las misiones que buscan mantener la paz dentro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU, y toma parte en patrullas antipiratas en el Cuerno de África. En algunas áreas, está trabajando duro para disminuir su huella ambiental.

La gran excepción está en Asia occidental y noroccidental, donde el siglo pasado perdió su primacía y hoy un orden liderado por EUA en el Pacífico occidental perpetúa su humillación. China ha desplegado barcos y aviones para competir por el control de las islas del Mar Oriental de China, tomó arrecifes reclamados por las Filipinas en el Mar del Sur e introdujo una plataforma petrolera en una zona reclamada por Vietnam, creando alarma en la zona. Para algunos, EUA solo puede mantener la paz si se mantiene firme ante el expansionismo chino. Para otros, debe compartir el poder en Asia Oriental antes de que las rivalidades lleven al desastre. EUA no puede retirarse sin que haya graves consecuencias para la región y su propia posición. Desde finales de la segunda guerra mundial, su protección ha sido la base de la prosperidad asiática y de un orden liberal creciente. Incluso la carrera China hacia la modernidad no podría haber ocurrido sin eso.

Negar la realidad del poder creciente de China podría animarla a rechazar al mundo tal como es, pero si puede prosperar dentro del sistema, lo reforzará. Tres principios deben de guiar a EUA: 1) solo hacer promesas que pueda cumplir. Si EUA se ha de tener en cuenta para todo, sus aliados saben que pueden depender de eso. Aunque Taiwán es fundamental para el sentimiento de honor de China, EUA debe dejarle claro a Beijing que vendrá en defensa de la isla. 2) Incluso en seguridad, EUA debe abrir espacio. La participación de China en los recientes ejercicios navales Rimpac de EUA frente a Hawái fue un comienzo y podría ser invitada a unirse a los ejercicios asiáticos, incluyendo el alivio de desastres. Y se deberá evitar una batalla de guerra fría por la lealtad de los poderes regionales. 3) Esforzarse en incluir a China en nuevos proyectos, algo más fácil que cederle terreno en los viejos. Como la mayor economía de la región, China debería formar parte la Asociación Transpacífica, y no hay razón para excluirla de la cooperación en el espacio.

No hay garantía de que China esté satisfecha con un poco más de compromiso cuando lo que realmente persigue es la primacía. Justo ahora, la retórica de Beijing está llena de imágenes maniqueas de guerra fría. Pero el chino sensible entiende que su país enfrenta restricciones: China necesita de los mercados occidentales, sus vecinos no desean aceptar su mando regional y por muchos años más los EUA serán lo suficientemente fuertes, tanto militar, como diplomáticamente, para bloquearla. La esperanza está en que el sistema chino por sí mismo cambie de ser unipartidista a una política más liberal que, por su naturaleza, sea más confortable para el mundo tal como es ahora. Llevar a China a una estructura regional más fortalecida no sería cederle la primacía allí. Tampoco sería abandonar un orden liberal que ha servido tan bien a Asia y a EUA. Podría no funcionar, pero dados los enormes peligros de la rivalidad, es esencial que se trate de lograr ahora.




Este es el resumen del artículo "Lo que quiere China" publicado en en la revista The Economist.

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