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Deteniendo el dolor |
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| Algunas investigaciones han demostrado que pequeñas inyecciones de veneno pueden aminorar el dolor. Uno de estos proyectos es liderado por el neurocientífico George Miljanich, quien trabaja para la empresa irlandesa Elan Pharmaceuticals y ha descubierto el potencial del veneno de un caracol marino creando una droga llamada ziconotide. Esta sustancia es mil veces más potente que la morfina y los pacientes que la han probado han manifestado alivio.
No obstante el futuro del tratamiento permanece incierto, ya que aún no ha sido aprobado por la FDA y por los efectos colaterales que causa. Por otra parte ha abierto el camino a otras drogas diseñadas para bloquear los impulsos eléctricos que generan el dolor sin afectar otros sistemas del cuerpo humano. Estos esfuerzos se traducen en una nueva vía para tratar el dolor detrás de la cual están muchas empresas como GlaxoSmithKline y Merck. Los experimentos en humanos podrían darse de hecho el próximo año. La meta es aliviar el dolor persistente, que de acuerdo algunas cifras afecta a más de 50 millones de personas y que hasta ahora sólo ha sido controlado medianamente por la morfina y otros derivados parecidos.
Las nuevas drogas para el dolor apuntan a los canales iónicos, como poros sobre la superficie de las células que generan impulsos eléctricos, los cuales a su vez en sistemas sensibles generan el dolor. La idea es cerrar estas puertas para que desaparezca el dolor crónico. Ya muchos fabricantes de medicamentos han adoptado la idea y han probado otras alternativas como la Capsaicina, sustancia que se extrae de los chiles o pimientos picantes y que se ha incluido en algunas cremas para el dolor. De las organizaciones que muestran interés por este producto están Novartis, Pfizer, GlaxoSmithKline y Merck, particularmente para enfermedades como la osteoartritis y el dolor neuropático.
En cuanto a la técnica de bloqueo de los canales iónicos, algunas preguntas permanecen en el aire. Como la posibilidad de que bajo la acción de algunas sustancias se cierren algunos canales pero se abran otros. Al respecto pareciera que el ziconotide puede ser la respuesta. Sin embargo se debe tener en cuenta la alta toxicidad que posee y sus efectos colaterales como confusión, pérdida de memoria y otros (que ya están bajo estudio).
Todas las pruebas indican que la mejor forma para calmar el dolor es bloquear los impulsos nerviosos antes de que las señales alcancen la espina dorsal. Desde el siglo 17 Descartes postulaba que una lesión genera dolor enviando un mensaje al cerebro a través de los nervios, por lo que bloqueando los nervios periféricos se podría prevenir el dolor antes de que alcanzara el cerebro. Pero no es tan simple. Ahora se sabe que la sensación de dolor no necesariamente concuerda con la estimulación de nervios sensibles. El mismo daño puede causar dolor intenso en algunas personas y nada en otras.
Un neurocientífico de la empresa Renovis dice que no existe la sensación dolorosa, sino sensaciones que son interpretadas como dolor. El rol del cerebro es central. De hecho, ahora los expertos saben que los mensajes de dolor no fluyen sin control desde cualquier parte del cuerpo al cerebro. En lugar de ello “puertas” en la médula espinal alteran el nivel y la intensidad de los impulsos nerviosos.
Desafortunadamente no se tiene idea de cómo encontrar una droga que ataque el dolor vía el cerebro. Hasta que los neurocientíficos comiencen a idear cómo el cerebro controla el dolor, el bloqueo de los canales iónicos probaría ser la mejor forma de aliviar el dolor con escasos efectos secundarios. Estas drogas podrían no ser la última palabra en analgésicos, pero si las pruebas humanas confirman las teorías de los fabricantes de medicamentos, las morfinas y sus sustancias relacionadas podrían volverse obsoletas.
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Este es el resumen del artículo "Deteniendo el dolor" publicado en Noviembre 2003 en la revista Technology Review.
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