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La medida de Marina |
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| No hace mucho tiempo atrás, Marina Silva fue candidata a la vicepresidencia en la campaña rumbo a la derrota durante la primera vuelta de las elecciones brasileñas del 5 de octubre de 2014. Ella se encontraba compitiendo codo con codo en las urnas contra Dilma Rousseff, y le robó apoyo a Aécio Neves, un candidato centrista que parecía ser el mayor rival de la Sra. Rousseff.
La Sra. Silva no es ninguna novata. Ella fue fundadora del Partido de los Trabajadores (PT) que dirige ahora la Sra. Rousseff; fue ministra del medio ambiente durante el gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva; y además llegó de tercera en la carrera presidencial en 2010. Es popular con la gente pobre, de cuyas filas proviene; con los mercados, a los cuales les agrada su plataforma económica ortodoxa, y con los brasileños comunes, quienes tienen un profundo deseo de cambio político después de dos décadas de gobierno del PT y, antes de ello, del Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB) del Sr. Neves. Pero si la Sra. Silva hubiera ganado la presidencia del quinto país más poblado del mundo y de su séptima economía más grande, ella lo habría hecho después de hacer campaña por unas pocas semanas. Eso ahora representa un mayor escrutinio.
La Sra. Silva tendría que haber superado dos problemas. El primero de ellos es una reputación de intransigencia que, aunque a menudo fundada en principios, le haría difícil que gobernara Brasil, país donde la coalición multipartidista de gobierno es la norma. La Sra. Silva renunció a su cargo de ministra de medio ambiente en 2008 debido a la oposición que encontró hacia las políticas verdes; ella no sería capaz de salir del palacio presidencial por principio. Su fe pentecostal la hace antiliberal en algunas áreas: ella le ha retirado el apoyo de Eduardo Campos, la primera opción del Partido Socialista Brasileño (PSB) en las elecciones de este año antes de su trágica muerte en un accidente de avión, al matrimonio gay. Contra esto, ella parece haberse convertido en una figura algo más pragmática recientemente al trabajar bien con el Sr. Campos quien se considera amistoso con la actividad empresarial, al moderar su hostilidad hacia los grandes proyectos hidroeléctricos, y al seleccionar un candidato a la vicepresidencia que favorece el lobby en la industria agropecuaria que ella solía despreciar.
El segundo es la experiencia ejecutiva. La Sra. Rousseff ya es presidente; el Sr. Neves ha gobernado bien el estado de Minas Gerais durante muchos años. Existen signos de interrogación organizacionales sobre la falla de la Sra. Silva en registrar su propio partido político en tiempos de esta campaña presidencial –ella alega artimañas políticas, otros dicen que comenzó el proceso de registro electoral demasiado tarde. Ella no sabe mucho de economía y, aun cuando el Sr. Campos estaba listo, el equipo del PSB lucía disperso.
Una vez más, los beneficios de la experiencia pueden ser exagerados. La Sra. Rousseff fue considerada como una gerente competente antes de tomar posesión del cargo, pero su intromisión ha empujado a Brasil dentro de una recesión. La Sra. Silva tuvo algunos logros reales durante su tiempo como ministra, en particular unos programas para combatir la deforestación en el Amazonas. Y ella tuvo el sentido común de escuchar a sus asesores económicos y de adoptar algunas políticas sensatas de rectitud fiscal, de reforma fiscal y unas metas de inflación más robustas.
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Este es el resumen del artículo "La medida de Marina" publicado en en la revista The Economist.
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