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Cuba no es libre aún |
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| Si el embargo a Cuba hubiera tenido por objeto mantener a los hermanos Castro en el poder, éste podría ser considerado hoy en día como la política exterior más exitosa en la historia de EUA. Casi 53 años después de que el Presidente John F. Kennedy declarara el embargo de toda actividad comercial "a la luz de la ofensiva subversiva del comunismo de la Unión Soviética con el que el Gobierno de Cuba se encuentra alineado públicamente", los Castro todavía gobiernan la nación isleña bajo la bandera del comunismo. Ellos dos han durado más que los presidentes estadounidenses Eisenhower, Kennedy, Johnson, Nixon, Ford, Carter, Reagan, Bush, Clinton, Bush y la mayor parte de la presidencia de Obama. El embargo estadounidense es tan anacrónico como uno de esos automóviles Pontiac remendados de la década de 1950 que siguen recorriendo las calles de La Habana.
Anacrónico, sin embargo, no significa que se haya terminado. Ahora que han pasado algunas semanas desde que el Presidente Barack Obama hiciera el anuncio sorpresa este 17 de diciembre de que relajaría las restricciones sobre los viajes, el comercio y la banca, queda claro que el acercamiento con Cuba es incompleto y mal definido. Para empezar, el Congreso estadounidense no ha levantado el embargo. Durante el día del anuncio, John Kavulich, asesor senior del no partidista Consejo Económico y Comercial EUA-Cuba, dijo que Obama estaba prometiendo hacer el embargo tan vacío como lo es un huevo de Pascua. Una semana después, él empleó una metáfora diferente: El cambio, se teme, "se ralentizará como la melaza".
El problema es el siguiente. Mientras que la mayoría de los estadounidenses y cubanos favorecen unas mejores relaciones, los polos opuestos se oponen al cambio: los elementos que comprenden la dirigencia comunista de Cuba y los estadounidenses de origen cubano comprometidos a expulsarlos. Uno de estos últimos es Lincoln Díaz-Balart, un ex congresista republicano de Miami que se jubiló en 2011 para darle paso a su hermano menor. (Muy similar a lo que hizo Fidel Castro). Díaz-Balart ayudó a redactar la Ley Helms-Burton de 1996 que reforzó el embargo. Él dice que sería un error aliviar la presión sobre los Castros ahora que su benefactor, Venezuela, está siendo agobiada por los bajos precios del petróleo. "La gente se va a dar cuenta que no habrá un cambio en la ley en los próximos meses. No va a haber un cambio en la ley", afirma Díaz-Balart. "Esto significa que es mucho ruido y pocas nueces".
En el lado cubano, el Presidente Raúl Castro es más reformista que su debilitado hermano mayor, aunque marcha a un ritmo muy lento y existen virtualmente cero posibilidades de que cumplirá con las condiciones del levantamiento del embargo que se detalla en la Ley Helms-Burton: liberación de todos los presos políticos; programación de elecciones multipartidistas; tribunales, sindicatos y prensa independientes, y la expulsión de Fidel y de sí mismo del gobierno. Castro además se enfrenta a la gran presión de otros históricos combatientes de la Revolución Cubana como la de Ramiro Valdés, un comunista de línea dura que reprimió a la Internet como ministro de comunicaciones y que en 2007 dijo "el potro salvaje de las nuevas tecnologías pueden y deben ser controladas". Luego están las potencialmente inestables Fuerzas Armadas Revolucionarias de Cuba, a las que Castro asintió en su discurso a la nación durante el acuerdo con EUA al vestir un atuendo de color verde oliva adornado con medallas. "Él tiene que ser muy cuidadoso debido al ejército. Éste es más poderoso que el partido", dice Carmelo Mesa-Lago, un economista que trabajó con los Castro durante la primera etapa exitosa de la revolución, pero que abandonó en 1961 después de que el régimen interviniera las universidades y la prensa escrita de la nación isleña.
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Este es el resumen del artículo "Cuba no es libre aún" publicado en en la revista Business Week.
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