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El avión azteca



De la mano del Nafta, México ha logrado reducir su rezago con Brasil en la industria aeroespacial. Pero la posibilidad de que un avión 100% mexicano despegue de un aeropuerto sigue siendo remota. Alguna vez México produjo aeronaves. Fue en los tiempos pioneros de la industria, en 1915, cuando el gobierno de Venustiano Carranza creó una empresa llamada Talleres Nacionales de Construcciones Aeronáuticas (TNCA). La TNCA llegó a producir unos 50 aviones para el gobierno federal, para luego languidecer y morir durante el período posrevolucionario.

Solo hay una docena de países que tienen la capacidad de sacar rodando un avión completo desde sus fábricas y ponerlo a volar. En América Latina, solo Brasil, que es además la potencia regional de la industria aeroespacial. Pero Embraer, la célebre productora brasileña de aviones, estuvo más de 20 años fabricando aviones militares antes de convencer al mercado –en 1990– de que era capaz de producir una aeronave comercial.

Según datos de la Secretaría de Economía de México, las exportaciones del sector aeroespacial mexicano han crecido a un promedio de 18% anual durante la última década. Este año debieran superar los US$ 6.300 millones. Las exportaciones de autos son casi diez veces mayores, pero se trata de una industria mucho más antigua. Cada tres semanas una nueva compañía aeroespacial llega para instalarse en México. En 2010 eran 220 y hoy son 300, de las que un 80% corresponde a firmas estadounidenses. Todas han llegado atraídas por la cercanía de EUA y el apoyo del gobierno federal y de los gobiernos estatales mexicanos.

“Aunque tecnológicamente sea posible, desde el punto de vista de mercado no es factible o práctico”, explica Luis Lizcano, director general de la Federación Mexicana de la Industria Aeroespacial (FEMIA), para quien es mucho más importante poder contar con el desarrollo completo de la cadena de proveeduría. “Que esté en México y que se genere con contenido nacional, más que terminar el ensamble completo de un avión hecho aquí”, añade.

A México le costó décadas convertirse en un ensamblador de automóviles de clase mundial. Lograrlo en la industria aeroespacial tiene desafíos aún más específicos desde el punto de vista financiero, tecnológico e incluso administrativo.

En cualquier caso, las proyecciones son auspiciosas y, según el Plan Nacional de Vuelo del gobierno mexicano, la industria facturará unos US$ 12.000 millones en 2020. Lizcano espera incluso que la industria mexicana esté entre las diez más grandes del mundo en la próxima década. “El día que esto se dé”, afirma, “el paso natural es que se produzca el avión completo acá”.




Este es el resumen del artículo "El avión azteca" publicado en en la revista América Economía.

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