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No hagamos un trato |
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| Cuando Argentina incumplió el pago de su deuda por segunda vez en 13 años el pasado julio, el gobierno le echó la culpa a una cláusula molesta en sus contratos con los tenedores de bonos. La cláusula en cuestión, expiraba el 31 de diciembre y en teoría esto abría una posibilidad de llegar a un acuerdo con los tenedores de bonos que había rechazado anteriormente las ofertas de pagos parciales. Una negociación permitiría obtener dólares más fácilmente, que el gobierno necesita para importar. Pero es posible que la presidente Cristina Fernández de Kirchner no aproveche la oportunidad.
Después del incumplimiento pasado (en 2001) Argentina apeló a la cláusula para tratar de que los tenedores de bonos cambiarán la vieja deuda por nuevos bonos que valía mucho menos que los originales. La cláusula dice que cualquier negociación futura que se haga con algunos de los tenedores de bonos se extenderá también al resto de los acreedores. En 2012, una corte de Nueva York dictaminó que Argentina debía pagarle por completo a la minoría que había rechazado cambiar su deuda. Pero Argentina argumentó que cumplir con este dictamen significaba tener que pagarles miles de millones de dólares a todos los acreedores que habían comprado los bonos bajo la ley de Nueva York. Por tanto, Argentina prefirió incumplir con los pagos. Desde entonces, las reservas internacionales de Argentina han caído a solo US$ 30 mil millones; es decir, menos de lo que se necesita para seis meses de importaciones.
El gobierno ha respondido con un aumento de las restricciones a las importaciones, lo que ha generado escasez de diversos rubros. Esta es una de las razones por las que la economía se contraerá en aproximadamente 1% en 2015. Los pagos de la deuda durante el año consumirán cerca de 40% de las reservas internacionales. En diciembre Argentina trató de revertir esta situación ofreciendo nuevos instrumentos financieros. Pero la jugada fracasó sin más: solo 4% de los acreedores aceptó.
Pero algunos creen que la verdadera razón por la que los pagos están represados es de índole política, no estructural. La presidenta Fernández y sus asesores consideran que los acreedores son "aves de rapiña" culpables de la situación de Argentina. Pagarles sería contradictorio y rendiría pocas ganancias económicas. Según Luis Secco, de Perspectivas, una firma consultora, la crisis en Venezuela, Rusia y otros mercados emergentes hará que los inversionistas vean a Argentina con cautela. Aunque el gobierno llegue a un acuerdo con los acreedores, "no lloverán dólares", señala.
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Este es el resumen del artículo "No hagamos un trato" publicado en en la revista The Economist.
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