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Barato y feliz |
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| Víctor Hugo dijo una vez que “nada puede detener una idea cuyo tiempo haya llegado”. Pero el lanzamiento de un producto malo puede retrasarla. En la primera década de este siglo, parecía que el tiempo de las innovaciones frugales había arribado: para satisfacer la demanda creciente de nuevos consumidores en economías emergentes, las firmas innovadoras de esos países estaban despojando a los productos de lo lujoso y recortando drásticamente su costo. El nuevo mundo había al fin producido una idea gerencial nueva y grande. Pero tras el fracaso de los primeros Tata Nano, la innovación frugal parecía que iba a pasar de prometedora a obsoleta, sin haber tenido ningún impacto. En el libro, “Innovación frugal: Cómo hacer más con menos”, Navi Radjou, un consultante, y Jaideep Prabhu, un académico del Judge School of Business en la Universidad de Cambridge, aseguran que la innovación frugal no sólo ha seguido avanzando en el mundo emergente, sino que ha conquistado un mundo rico en donde la crisis financiera y la recesión han estado seguidas por ingresos familiares estancados y, en algunas partes, por un alto y persistente desempleo.
Algunas de las mayores multinacionales de occidente están diseñando productos sin aditamentos lujosos en los países en desarrollo con la intención de venderlos también en los países desarrollados. General Electric diseña dispositivos médicos económicos en la India y China. Renault-Nissan tiene un centro para la ingeniería frugal en India y vende una variedad de autos simples construidos en países de bajo costo (los Dacia, en Rumania y lo Datsuns, en Indonesia). Ya que los equipos de venta están acostumbrados a gruesas comisiones por vender productos a precio completo, compañías como Renault y Procter & Gamble han creado departamentos de ventas separados para sus líneas de productos frugales y en algunos, usando canales nuevos de distribución para llegar a consumidores de bajo pecunio (American Express está haciendo el marketing de Bluebird, una cuenta corriente de bajo costo, a través de las tiendas Walmart).
Pero la “fortuna en el fondo de la pirámide” no solo se encuentra en los países pobres, también hay muchos ‘mercados emergentes’ dentro de las economías occidentales. Las firmas occidentales están adoptando prácticas frugales de negocios de las que fue pionero el mundo emergente. Como parte de sus estrategias de innovación frugal, algunas están haciendo crowdsoursing (externalización abierta de tareas) sobre el desarrollo de sus productos a partir de sus clientes y empleados. Ford ha convertido un almacén de Detroit donde los empleados pueden pasar su tiempo libre experimentando con nuevas tecnologías. Microsoft decidió cooperar con lo hackers para resolver problemas de Kinect que sus propios investigadores no habían detectado aún. La impresión 3D está abriendo todo tipo de posibilidades para la fabricación frugal en pequeña escala. Los grupos de crowdfunding (financiación popular) proporcionan una fuente frugal de financiamiento para innovadores frugales.
La razón del fracasado lanzamiento del Nano fue que sus tempranos desastres apoyaron la creencia popular de que los productos baratos son siempre de mala calidad. Pero ese prejuicio luce cada vez más obsoleto a medida que la revolución del descuento acelera el paso. Los británicos de clase media están llenando Aldi y Lidl, habiendo descubierto que un montón de sus productos son tan buenos como los de los supermercados Tesco y Sainsbury, y mucho más baratos. A medida que continúe diseminándose la innovación frugal, estos minoristas tendrán la mayor variedad de gangas para poner en sus estantes.
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Este es el resumen del artículo "Barato y feliz" publicado en en la revista The Economist.
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