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Hablar honestamente, conservar el honor | 
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| Somos humanos y por lo tanto egoístas. Nuestra forma de pensar más común es considerar nuestras necesidades por encima de las de los demás. Y tendemos a racionalizar nuestro comportamiento en los términos más amables y con los eufemismos más suaves. No estamos trabajando demasiado, nos decimos, sino proveyendo a nuestras familias. No somos avaros, sino cuidadosos con nuestro dinero. No estamos aprovechándonos de nuestros clientes, sino sirviéndolos; no estamos despidiendo a un empleado, sino que lo estamos poniendo fuera de la organización. Debido a que nuestros cerebros no pueden tolerar la brecha entre querer “ser bueno”, pero continuar “actuando mal”, describimos nuestros comportamientos negativos bajo la luz más favorable. Los comportamientos egoístas, mistificados en eufemismos racionalistas, permiten la creación y sustentación de culturas infernales en todos los aspectos de nuestras vidas, incluyendo los negocios.
Por supuesto, no todos los eufemismos son malos, pero se convierten en ello cuando se usan para justificar comportamientos que benefician a una parte a expensas de la otra. Este resultado viene del egoísmo y de la creencia de que la vida es una proposición de ganancia-pérdida. En los negocios, ganar debe lograrse a costa de otros, a menudo aquellos con menos poder (los vendedores, los empleados, el planeta, los clientes, los proveedores). Los eufemismos pueden ser ladinos y coercitivos. Ellos ocultan los resultados no gratos de una decisión como en “dejar ir” por “botar” o “reestructuración” por “despidos masivos”. Hacen que las consecuencias suenen menos horribles, como, el escalofriante “daño colateral” por “civiles muertos”.
Aunque sea difícil el imaginar a una organización completa comunicándose sin eufemismos, todos conocemos el valor de los líderes que pueden hablar de forma llana y ayudar a otros a confrontar los hechos brutales. Como líder, usted puede estimular discusiones que revelen y confronten hechos brutales, discusiones que son necesarias para encontrar las soluciones correctas para todos los involucrados. Hacerlo requiere que usted:
- Permanezca humilde. En cada acción, refleje sus motivos y busque el aporte de otros.
- Hable en forma sencilla. Deshágase de la jerga y diga lo que quiere decir. Al hacerlo animará a los otros a hacer lo mismo.
- Adopte una mentalidad de abundancia (opuesta a la de escasez).
- Utilice a todo el sistema. Recolecte aportes de todos los accionistas de forma de poder construir un plan diseñado para beneficiar al sistema en su totalidad.
- Evite las soluciones intermedias, eliminándolas de su forma de pensar. Reemplace “o” por “y”. En lugar de, “¿Cómo realizamos nuestras metas financieras o cuidamos de nuestra gente?”, digamos, “¿Cómo realizamos nuestras metas financieras y cuidamos de nuestra gente?
- Tenga coraje. No acepte órdenes, sino ofrezca alternativas. No ofrezca un plan en progresión sin también desarrollar un plan sobre cómo ayudará a sus empleados a utilizar sus dones y seguir sus pasiones.
- Empiece poco a poco, un día a la vez, una conversación a la vez, una decisión a la vez.
El infierno está lleno de gente que participa en comportamientos inaceptables y se convence a sí misma de lo contrario. Si usted está interesado en crear un poco de cielo en la tierra, empiece por retar al status quo cambiando el lenguaje que permite que esto prevalezca.
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Este es el resumen del artículo "Hablar honestamente, conservar el honor" publicado en en la revista Strategy + Business.
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