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La sabiduría de las masas | 
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| Dilma Rousseff, presidenta de Brasil, esperaba que las protestas antigubernamentales del 15 marzo de este año fueran muy grandes. Ella convocó a una reunión con un grupo de crisis en su residencia oficial para poder supervisarlas. Pero nadie, ni siquiera los organizadores, imaginó que serían tan masivas como resultaron ser. La policía de São Paulo calculó que el tamaño de la multitud concentrada en la Avenida Paulista, lugar preferido para este tipo de reuniones, era de más de 1 millón de personas; Datafolha, una encuestadora, contó 210.000. De cualquier modo, fue la mayor manifestación política registrada en la ciudad más grande del país desde las llamadas diretas já ("elecciones ya"), movimiento que contribuyó a ponerle fin al gobierno militar en 1985. En conjunto, la policía estimó que 2,2 millones de personas se concentraron en docenas de ciudades de todos los 27 estados. Eso eclipsa el número de personas que se lanzaron a las calles durante un único día de junio en 2013, que fue la más reciente ocasión en que los brasileños les descargaron su ira a los políticos en masa.
Las quejas de 2013 eran difusas. Hoy son dirigidas directamente a la Sra. Rousseff y el Partido de los Trabajadores (PT). Algunos manifestantes (aproximadamente una cuarta parte de la Avenida Paulista) desean que ella sea implicada en un escándalo de soborno por varios millones de dólares en Petrobras, el conglomerado petrolero controlado por el estado brasileño. Muchos otros simplemente quieren demostrar que están hartos de la inequidad y mala gestión económica, lo que ha provocado un aumento en la inflación y probablemente provoque una recesión este año. Se hizo un llamado para que hubiera una intervención militar, pero el mismo fue acallado.
La verdadera preocupación de la presidenta es que la ira popular más la obstrucción parlamentaria frustrará sus planes para un segundo mandato, el más importante de todos porque se trata de una corrección del rumbo económico que ella fijó durante su primer mandato. Sus partidarios de la clase obrera odian la austeridad que se necesita para recortar el déficit presupuestario –un terrorífico 6,75% del PIB– y evitar una rebaja en la calificación crediticia de Brasil. Los manifestantes pro-Rousseff marcharon contra los recortes de derechos y condenaron a su ministro de finanzas, Joaquim Levy, por ser un "liberal infiltrado". Durante el mes de febrero, los camioneros bloqueaban carreteras en protesta por el aumento en los precios del combustible y otros costes. El gobierno cedió a muchas de sus demandas.
La Sra. Rousseff está realizando un gran esfuerzo por relanzar su presidencia. Durante una conferencia de prensa celebrada a mediados de marzo, ella prometió "humildad" (nueve veces) y "diálogo" (12 veces). Anunció leyes contra la corrupción más estrictas y prometió reformas políticas. Menos de tres meses después de la última reestructuración del gabinete, se está hablando de realizar otra más. Para ganarse al recalcitrante Partido de Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), la Sra. Rousseff traerá a su vicepresidente, Michel Temer, quien es jefe nacional del PMDB, a la camarilla de establecimiento de políticas que la rodea, que se encuentra actualmente dominada por el PT.
Es probable que nada de esto impresione a las personas que abarrotaron la Avenida Paulista. Rogério Chequer, portavoz de Vem Pra Rua ("tomemos las calles"), el más grande organizador comunitario de protestas, dice que su equipo está planeando más. La Sra. Rousseff debe encontrar buenas razones para que los manifestantes se queden en casa.
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Este es el resumen del artículo "La sabiduría de las masas" publicado en en la revista The Economist.
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