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¿Cuándo merece la pena alardear de hacer el bien? |
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| En la reciente investigación “El dilema del vanidoso: sobre las recompensas y penalizaciones sociales de hacer gala del comportamiento prosocial”, se hicieron siete experimentos para averiguar cómo alardear en torno al comportamiento altruista afecta la forma en que se percibe la generosidad. Se constató que hacerlo transmite información sobre las buenas obras, lo que le hace parecer generoso, pero también deja entrever una motivación egoísta que erosiona ese rasgo de generosidad. Con frecuencia, cuando las personas se comportan de forma generosa, obtienen algunos beneficios a cambio. Si recibimos incentivos fiscales al hacer donaciones para caridad, mejoramos nuestra reputación porque los otros nos ven como generosos, algo valorado en nuestra sociedad, y acumulamos beneficios emocionales, pues nos sentimos bien por ayudar a los demás. La contradicción es que la generosidad en su forma más pura no debe tener motivaciones egoístas y, aun así, nos beneficiamos de ello.
Según el estudio, presumir o divulgar las buenas obras puede ser o no una conducta eficaz. De un lado, promoverlas indica una motivación egoísta (se busca obtener reconocimiento por la generosidad). Alardear del bien no ayuda a la buena reputación si se percibe que hay otra motivación. Pero si nadie sabe que usted ha hecho algo bueno, no obtendrá ningún reconocimiento. Se constataron diferentes tipos de efectos de la ostentación sobre la reputación de la persona. Ese comportamiento solo vale la pena si produce nuevas informaciones. Si la reputación de la persona no es de mucha generosidad, promover el bien practicado es positivo porque produce información: se trata de un individuo generoso. Pero si ya se tiene reputación de generoso, alardear de la práctica del bien no dice nada nuevo y solo indica que el motivo no es puro, y que solo se busca fortalecer la reputación.
Identificaron ese patrón de numerosas maneras. Una persona (que podía ser banquero de inversión o un asistente social) puso en Facebook una nota comentando haberse presentado voluntaria a una organización de servicio comunitario. Los banqueros de inversión tienen imagen de gente egoísta, y en su caso alardear del bien tenía efectos positivos porque producía una información nueva. Las personas entendían que él, a fin de cuentas, era una persona generosa, mientras que como eso es lo que se espera del trabajador social, en su caso, divulgar sus buenas acciones no producía ningún retorno. O sea, tiene sentido hacer alarde del bien que se practica cuando tal ostentación produce alguna novedad acerca del carácter de la persona, si la reputación del individuo ya es de generosidad, entonces no redunda en beneficio alguno; por el contrario, indica una motivación posiblemente egoísta.
Hubo también otras implicaciones. Una persona muy generosa tal vez quiera mantener en secreto sus donaciones y otras buenas acciones que practica, porque sus motivaciones son puras, pero una de las mejores maneras de recaudar fondos consiste en contar a los demás acerca de las donaciones realizadas por otros individuos. Esto lleva al conflicto entre hacer el mayor bien posible y parecer lo más generoso posible. También se constató cómo los incentivos egoístas influyen en el comportamiento altruista. Al hablar en un vídeo defendiendo una causa que consideraban importante para obtener donaciones, algunas personas recibieron un incentivo financiero y otras no. Los donantes dieron menos dinero, cuando veían el vídeo realizado por quienes habían recibido el incentivo financiero, aunque no lo supieran, porque fueron capaces de detectar el nivel de sinceridad de la presentación. El interés personal del incentivo interfiere en la capacidad de la persona de comunicar sinceridad en su habla.
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Este es el resumen del artículo "¿Cuándo merece la pena alardear de hacer el bien?" publicado en en la revista Knowledge @ Wharton.
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