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Volviendo a tierra |
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| La pregunta para China hoy en día no es saber si su economía crecerá a un ritmo de dos dígitos como lo hizo en el pasado. Más bien sería si su desaceleración económica será un descenso gradual –a veces un poco irregular, pero libre de crisis– o un tumbo repentino y peligroso. Las cifras reveladas a mediados de abril revelaron una nueva pérdida de altitud: el PIB creció un 7% durante el primer trimestre con respecto al año anterior, el nivel más bajo registrado desde las profundidades de la crisis financiera mundial a principios del año 2009. Los signos de estrés se encuentran apareciendo: el capital está abandonando el país, las finanzas públicas están más limitadas y las deudas incobrables van en aumento.
La nube más oscura sobre China es su mercado inmobiliario. Si tomamos en consideración su impacto desde acero hasta mobiliario, éste ha impulsado a casi una quinta parte de la economía. Ahora está listo para restarle crecimiento a la economía. Los precios de las viviendas han caído en un 6% durante el último año, el mayor descenso registrado hasta el momento. No es la primera vez que el mercado inmobiliario ha parecido frágil, aunque los descensos previos fueron impulsados por políticas deliberadas para enfriar el mercado. En los últimos meses ha sido todo lo contrario: la demanda ha fallado en responder a una serie de impulsos como tasas de préstamos hipotecarios más bajas. Esto ha hecho surgir predicciones de una inminente colisión.
Los problemas son reales, pero tales advertencias de desastres descansan sobre un diagnóstico incorrecto. La idea escuchada con frecuencia de que China está sentada sobre montañas de viviendas sin vender es un poco exagerada. Los que hacen esta afirmación apuntan a la brecha que existe entre las ventas de inmuebles y la construcción. Las ventas de viviendas residenciales el año pasado fueron 20% mayores que en 2009, aunque según datos oficiales los proyectos en curso han aumentado a más del doble desde entonces. Si esto es cierto, se tardará cinco años en vender los hogares que han sido construidos, lo cual tomaba tres años antes de la crisis financiera global.
Una forma en que China podría reavivar su mercado inmobiliario es mediante el uso de sus bancos para inyectar dinero en efectivo en la economía, así como lo hizo en 2008 cuando estalló la crisis financiera mundial. Aun así, ese sería un terrible error. Los funcionarios del país ya tienen sus manos llenas tratando de lidiar con el legado de préstamos compulsivos anteriores. La deuda total ha aumentado desde alrededor de un 150% del PIB en 2008 hasta más de 250% en la actualidad. Los aumentos de las magnitudes menores fueron los precursores del desastre financiero en Japón en la década de los 90 y gran parte de Occidente durante la última década.
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Este es el resumen del artículo "Volviendo a tierra" publicado en en la revista The Economist.
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