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Al ritmo del streaming |
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| El mercado de la música es mucho más digital de lo que se piensa. En 2004 los formatos físicos de consumo de música mundial correspondían a US$22.300 millones de facturación en el mercado, mientras que la música digital representaba apenas US$400 millones. Nueve años después esta cifra se situó en US$5.900 millones (de un total de US$15.000 millones que generó la industria en 2013). En América Latina, la recaudación por música online aumentó en 124% de 2010 a 2013, muy por encima de la media global de 28%. Los grandes responsables por esa mutación en la región latina y en el resto del planeta son los servicios por suscripción vía streaming (transmisión instantánea de datos) y las radios online, cada vez con más difusión. El más polémico de ellos es el streaming, que divide opiniones en el mercado, pues es visto por algunos como el enemigo de la industria y, por otros, como un gran salvador.
Spotify, el mayor servicio de streaming en el mundo, rompió la marca de 60 millones de usuarios al final del año pasado, 15 millones de los cuales son suscriptores. Afirman que el éxito del servicio puede explicarse por tres factores: el social, la personalización y la curaduría humana. El sitio posee más de 300 editores en todo el mundo, los que se encuentran haciendo playlist específicas (ya existen más de un millón y medio de ellas), que van desde las mejores canciones para hacer ejercicios hasta aquellas esenciales después de una ruptura amorosa. Aparte, la empresa se distancia de sus competidores usando un algoritmo diferenciado: por medio de la música que el usuario escucha, el sitio le ofrece sugerencias de nuevos artistas y canciones. La mayoría de sus usuarios son hombres (58%) de 21 a 25 años. Por día, cada usuario pasa en promedio 150 minutos en Spotify, un nivel de compromiso que ninguna plataforma digital alcanza, ni siquiera las redes sociales.
Su éxito se debe también a que su modelo de negocio funciona como un embudo, que atrae al usuario por el servicio gratuito, lo interesa, y lo lleva a suscribirse para tener la posibilidad de descargar contenidos y no tener publicidad. Pero el modelo no gusta a todos. Luego que la cantante Taylor Swift, que lleva vendidos más de 25 millones de álbumes en los EUA, retiró toda su discografía del sitio, la pregunta fue: ¿Spotify remunera de manera justa a los artistas de su catálogo? Ellos alegan que en sus seis años de historia ya pagaron US$2.000 millones al mercado de la música, más del 70% de su facturación va directa a pagar los derechos de las canciones. Agregan que sus acuerdos son con las productoras, agregadores y distribuidoras de contenidos musicales, que reciben el dinero de Spotify y lo distribuyen entre los artistas. Lo que recibe cada artista varía de acuerdo al contrato individual que tenga con su sello.
No obstante, Swift ha cantado victoria con el recién llegado competidor de Spotify: Apple Music. Tras una pulseada, logró que la compañía de la manzana acepte pagar de manera directa a los músicos, un cambio de vastas implicaciones. Pero, para muchos, tanto Swift como Spotify tienen un enemigo común: la piratería. En Brasil, por ejemplo, la comercialización de productos ilegales movió más de US$250.000 millones en 2013. El número supera al producto interno bruto (PIB) de la mayoría de los países de la región, y llega incluso a quedar por encima del de Colombia. Está claro que, con sus defectos, estas plataformas contribuyen a luchar contra la piratería.
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Este es el resumen del artículo "Al ritmo del streaming" publicado en en la revista América Economía.
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