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Todavía suelto |
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| Osama bin Laden, el hombre más buscado del mundo, ha reaparecido en la escena mundial opacando el optimismo que había rodeado la captura de Saddam Hussein. El gobierno de Estados Unidos inició medidas draconianas de seguridad entre las cuales se encuentran la necesaria presencia de guardias armados en los vuelos que vayan a ese país.
Pero la ruptura de la dinámica de los vuelos internacionales tiene tanto su lado bueno como malo. Sugiere que los servicios de inteligencia occidentales tienen idea del tipo de emboscada que los terroristas planean, pero al mismo tiempo, la inconveniencia causada a los pasajeros y el malestar que ha resultado para algunos gobiernos, muestran todo el desequilibrio que los terroristas pueden causar, aun si las amenazas de ataques sean infundadas. De manera similar, la guerra en contra de Al-Qaeda tiene su lado bueno y su lado malo, no es una guerra que pueda terminarse derribando una estatua.
Por su parte la administración de George Bush afirma regularmente y confiadamente que está ganando “la guerra al terror” y tiene algo de cierto. La invasión de Afganistán demostró que Al-Qaeda no es intocable. Más de dos tercios de sus líderes conocidos han sido capturados o asesinados. Globalmente más de tres mil unidades de este movimiento han sido anuladas. En Estados Unidos, los puertos y fronteras están mejor resguardados y los servicios de emergencia mejor preparados para responder. Desde el 11 de septiembre Al-Qaeda y sus allegados han atacado algunos blancos en Turquía, Marruecos, Kenya y otras partes pero nada ha sido de la magnitud del World Trade Centre. Si se piensa en Osama bin Laden podría considerarse que tiene razones para estar tranquilo, entre ellas, haber golpeado a la nación más poderosa del mundo, haber aflorado el temor, propiciar la caída de la popularidad de Estados Unidos en el mundo musulmán y tantas otras. Puede que permanezca incapacitado e incomunicado pero todavía es un tótem de la resistencia jihadi.
Bin Laden podría pensar que Al-Qaeda disfruta de dos ventajas estratégicas frente a sus enemigos, una es su imagen difusa (no es una organización en el sentido convencional) y su red extendida (sus seguidores se han dispersado por el globo formando unidades más o menos autónomas, haciendo una red cuyo tamaño se desconoce). Y la otra ventaja es su filosofía del tiempo. El movimiento planea meticulosamente y nutre sus aspiraciones por años. Ya que Al-Qaeda es menos un adversario concreto que un movimiento o una ideología, cualquier guerra emprendida contra él debe ser igualmente sutil. Otra parte de la estrategia anti Al-Qaeda debería ser la educación del público occidental. Hablar de “guerra” hace pensar en una lucha y en una victoria no distante a pesar de que la amenaza puede durar décadas. Lo mejor sería si la población entendiera que Al-Qaeda es un peligro con el que tendrá que aprender a vivir en el futuro.
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Este es el resumen del artículo "Todavía suelto" publicado en Enero 10, 2004 en la revista The Economist.
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