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¿Enfermedad o síntoma? |
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| Una de las críticas más fuertes sobre este tema proviene de la Organización Internacional del Trabajo, una agencia de las Naciones Unidas. Uno de cada seis niños, entre los 5 y los 17 años, trabaja, y esta proporción es aún mayor en las zonas más pobres de Asia y África. En sus últimos reportes, la OIT ha señalado que el trabajo de menores está económicamente injustificado. Según un estudio de esta institución, el costo de terminar con esta práctica, creando suficientes escuelas y reemplazando el ingreso que los niños dan a sus familias, estaría alrededor de los US$ 760 billones en los próximos años, sólo 7% del PIB anual de EE UU. Pero las ganancias se enfocarían directamente en el capital humano, mejores niveles de salud y menos pérdidas humanas debido a accidentes laborales.
El trabajo infantil, sin embargo, es un problema secular. ¿Deberían los países ricos tratar de imponer una política de prohibición a las naciones más pobres? Al parecer no. El hecho de que los padres prefieran ver trabajando a sus hijos sugiere que las otras alternativas son menos atractivas. En términos económicos, el trabajo de menores no es más que un síntoma de pobreza. No obstante, algunos expertos piensan lo contrario, sugiriendo que algunos países permanecen pobres precisamente por permitir el trabajo infantil.
Recientemente apareció una investigación del profesor Eric Edmonds, profesor de Dartmouth College en EE UU, en la cual se indica que la pobreza, y no el trabajo infantil, es el problema principal. Este investigador recaudó datos desde 1993 a 1997 de 3 mil familias en Vietnam. Durante este lapso, el PIB de Vietnam creció 6,5% al año, gracias a una serie de reformas iniciadas al final de la guerra fría. El número de niños que trabajaba bajó notablemente 28%. Revisando el comportamiento de los hogares, Edmonds concluyó que el aumento de la riqueza familiar era el responsable de cuatro quintos de esta caída.
Este problema comenzaría a desaparecer si los países en desarrollo implantaran políticas de rápido crecimiento, como el recorte de aranceles y una mayor apertura a la inversión extranjera. Más que sermonear, los países ricos deberían bajar las barreras de comercio a las importaciones de los países más pobres.
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Este es el resumen del artículo "¿Enfermedad o síntoma?" publicado en Febrero 07, 2004 en la revista The Economist.
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