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El desarrollo es una pesadilla |
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| Imagine que todos los países disfrutaran del mismo ingreso per cápita que EE UU, y a la vez, que los niveles internacionales de educación, la tasa de mortalidad infantil y las expectativas de vida en los países pobres, alcanzan los niveles de los países ricos. En pocas palabras, ¿qué pasaría si la ayuda internacional funcionara y el desarrollo económico se diera en una noche en lugar de en siglos? A veces uno se pregunta en qué están pensando los votantes de las naciones ricas cuando premian a sus políticos por acortar los ya patéticos presupuestos de ayuda internacional. ¿Es posible que, muy en el fondo, el mundo desarrollado tema lo que podría pasar si las naciones menos privilegiadas lo alcanzaran? ¿Se convertiría el sueño en una pesadilla?
Actualmente, 290 millones de estadounidenses producen cerca de una cuarta parte de las emisiones de dióxido de carbono en todo el mundo ¿Qué pasaría si 1,3 billones de chinos y 1,1 billones de indios, de repente, tuvieran automóviles y los usaran con el mismo ímpetu que los estadounidenses? ¿Qué pasaría con el precio del petróleo notablemente sensible a los desbalances de la demanda y la oferta? Los inversores clamarían por las monedas de los países emergentes. Las hamburguesas de McDonald’s serían vistas como una muestra menor de la cocina étnica y Canadá tendría el poder económico de Luxemburgo, con mucha de su población reducida a servir a los turistas.
Todavía nadie ha desarrollado una fórmula mágica para saber cómo hacer que los países crezcan, aunque los investigadores sí han identificado los factores de retraso. Corrupción, intervencionismo excesivo del Estado y grandes deudas, están contraindicados para el desarrollo. Aunque los críticos están en lo cierto cuando dicen que la ayuda externa puede estancar el crecimiento, alimentando la corrupción y ahogando a la empresa privada, la evidencia empírica sugiere que la ayuda puede ser productiva cuando apoya buenas políticas. Si Europa y Japón levantaran sus barreras proteccionistas agrícolas, por ejemplo, los países pobres ganarían más que con la ayuda internacional. Y de paso, si estas naciones menos privilegiadas también levantaran su propio proteccionismo, sus ciudadanos se beneficiarían aún más. Incluso así, las naciones pudientes podrían hasta triplicar los presupuestos de ayuda sin el riesgo remoto de que los países en desarrollo puedan ponerse a la par.
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Este es el resumen del artículo "El desarrollo es una pesadilla" publicado en Enero-Febrero en la revista Foreign Policy.
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