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Cafta, proa al norte | 
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| Con ritmo frenético, más de 600 mujeres cosen camisetas deportivas para enviar a Estados Unidos en Hermosa Manufacturing, una maquila ubicada en Apopa, al norte de San Salvador. En sus manos –y en las de un ejército de 95.000 personas que trabajan en la maquila salvadoreña– recae buena parte de la responsabilidad para que desde 2005, cuando entre en vigor, el país le saque el jugo al Cafta, el tratado de libre comercio entre Centroamérica y Estados Unidos.
De hecho, todo el istmo espera lo mismo que los salvadoreños. En 2002, la maquila aportó 70% de los US$ 3.883 millones exportados a Estados Unidos por la región. Ahora, tras salir fortalecidas de las negociaciones, esas maquiladoras tienen el desafío de conseguir que la balanza comercial general, deficitaria antes del Cafta, se vuelva azul para Centroamérica. Empresas de Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica se están preparando para eso. "Queremos ser más eficientes", dice Joaquín Montalvo, el gerente de Hermosa, en San Salvador. Como otras, su compañía ha adquirido tecnología de punta y está estudiando alianzas, realiza estudios de nuevos nichos de mercado y capacita a su personal. Pero el cambio más importante anunciado por el Cafta está en la percepción del negocio: la maquila está migrando del "ensamble clásico" de confecciones al "paquete completo". "[Con el TLC] ya no bastará sólo con coser, sino que tenemos que ofrecer desde el diseño a la entrega del producto", dice Francisco Escobar, presidente de Grupo Fresco y líder de los maquiladores salvadoreños.
Más allá de la maquila, las preocupaciones son diferentes. Estados Unidos consiguió desgravar elevadas cuotas para exportar: maíz, arroz, productos lácteos y avícolas, y carne de cerdo al istmo. Productos sensibles para la agricultura regional, ellos se han convertido en el punto más polémico tras la firma del TLC. El presidente de la Corporación Arrocera Nacional de Costa Rica, Agustín Navarro, reclama a diario contra las 5.000 toneladas de arroz estadounidense que su país debe aceptar. Y en Guatemala hay mal clima, porque el país absorberá los volúmenes más altos de importaciones de maíz amarillo (500.000 toneladas), cerdo (4.000 toneladas) y, durante los dos primeros años de vigencia del Cafta, la totalidad de la cuota avícola centroamericana, de 21.800 toneladas.
Las quejas empresariales están poniendo a los negociadores en el centro de la escena. Los gobiernos, además, están teniendo un duro pulso para convencer a sus Congresos de aprobar el acuerdo marco del Cafta. Costa Rica lleva la agenda más pesada, pues le costó manejar la discusión con Estados Unidos al negarse a abrir el mercado de telecomunicaciones, controlado por un monopolio estatal, y, ahora, con el acuerdo firmado, su ministro de comercio exterior y negociador en el Cafta, Alberto Trejos, trata una y otra vez de convencer al Congreso sobre sus bondades.
Lo malo de todo eso es que la agenda no termina de ser clara. Los empresarios guatemaltecos, por ejemplo, se enteraron por los periódicos de que en la última ronda de negociación del Cafta, en diciembre, en Washington, la entonces ministra de Economía, Patricia Ramírez, había otorgado el acceso libre de 52.000 toneladas de arroz granza y 20.000 de maíz blanco a los agricultores estadounidenses. El nuevo presidente guatemalteco, Óscar Berger, ahora tendrá la difícil tarea de recuperar la credibilidad corporativa.
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Este es el resumen del artículo "Cafta, proa al norte" publicado en Marzo 2004 en la revista América Economía.
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