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El juego de la culpa



Revista: The Economist
Tema: Seguridad y defensa
Fecha: Marzo 27, 2004
George Bush se está desempeñando como un presidente guerrero; un hombre que quiere tomar las decisiones necesarias para defender Estados Unidos de las amenazas. Evidencia de esto es que Bush ha declarado que se tomó muy en serio la amenaza del terrorismo global mucho antes de los ataques de 11 de septiembre. Además, desde estos ataques, el presidente Bush ha hecho frente al terrorismo con el mayor vigor posible, hasta el punto de haber derrocado a Saddam Hussein.

Dada la importancia de su liderazgo en la guerra, el que alguien desmintiera las declaraciones de Bush constituiría un hecho que traería serias consecuencias. Y, de hecho, esta semana las declaraciones de Bush fueron puestas en entredicho por fuentes de Washington.

El 23 de marzo, una comisión constituida por el Congreso, para investigar los ataques de Al Qaeda, dio como resultados preliminares un reporte en el que se critica tanto a Bush como a Clinton por su reacción con respecto a repetidos ataques a blancos estadounidenses en la década de los 90. Según el reporte, ambos gobiernos se enfocaron demasiado en esfuerzos diplomáticos, en vez de hacer uso de la fuerza militar. Señala, además, que algunos reportes de inteligencia habían puesto en alerta al presidente Bush sobre ataques terroristas contra blancos estadounidenses, con resultados de dimensiones catastróficas. Por último, señala que hubo cuatro oportunidades de atrapar a Bin Laden, entre diciembre de 1998 y julio de 1999, que no fueron aprovechadas por la administración Clinton por temor a las muertes colaterales.

Y, como si esto no fuera suficiente, el día anterior, Richard Clarke, en su libro Contra Todos los Enemigos, elevó algunas acusaciones de alto alcance. Clarke, coordinador contra el terrorismo en las administraciones Bush y Clinton, señala que el gobierno de Bush era más débil porque buena parte de los miembros del círculo más cercano al Presidente estaban obsesionados con Saddam Hussein. Antes del 11 de septiembre, consideraban a Al Qaeda un peligro importante pero no urgente.

Clarke señala que apenas constituida la administración de Bush, pidió a esta discutir el caso de Al Qaeda al más alto nivel. Pero tal reunión no se llevó a cabo sino nueve meses después: sólo una semana antes de los ataques y demasiado tarde para reaccionar como era debido. Según Clarke, en la primera reunión, Paul Wolfowitz, funcionario de la Secretaría de Defensa, dijo: “Sencillamente no entiendo por qué tenemos que empezar hablando sobre este hombre, Bin Laden. Hay otros hombres que constituyen también una amenaza. Por ejemplo, el terrorismo Iraquí”.





Este es el resumen del artículo "El juego de la culpa" publicado en Marzo 27, 2004 en la revista The Economist.

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