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Comerciando con el secreto |
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| El fraude solía consistir, por lo general, en el intercambio de dos cosas muy diferentes: dinero por, digamos, un cheque falso. Hoy en día, los fraudes más astutos suponen transacciones de dos pasos, en las que el lado que pierde termina exactamente con lo que tenía en un principio: en estos casos, la trampa está en el tiempo. Esto significa que tendremos que reconsiderar lo que esperamos de parte de los auditores públicos. Su misión está hoy en día obsoleta.
Antes los fraudes consistían en escribir un cheque mal o en variaciones de lo mismo: tome algo valioso a cambio de algo sin valor. Las personas capaces de controlar este tipo de situaciones (los contadores, por ejemplo) han mantenido este tipo de fraudes por mucho tiempo.
El auditor independiente debía asegurar que las apariencias se correspondieran con la realidad económica. Si según los libros contables de la compañía había un millón de dólares en el banco, los recibos del banco debían decir lo mismo. La auditoría consistía en verificar que la compañía poseyera aquello que decía poseer y que no debiera más de lo que decía que debía.
Pero la tecnología puede suprimir el fraude. Los cheques sin fondo son cosa del pasado o deberían serlo: los depósitos y los retiros pueden y deben ser hechos instantáneamente por el banco. Además, esto es algo que cualquier computadora que contenga la base de datos correcta puede hacer.
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Este es el resumen del artículo "Comerciando con el secreto" publicado en Marzo 29, 2004 en la revista Forbes.
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