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Moda de temporada |
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| Los tratados bilaterales de comercio con Estados Unidos se han puesto de moda y este país ha decidido claramente hilvanar en el hemisferio una serie de acuerdos inspirados en el Nafta. El asunto es saber si se podrá replicar el éxito de este pacto. En sus 10 años de vigencia, el comercio y la inversión relacionados con el Nafta se convirtieron en los conductores de la economía mexicana. Se generaron empleos y mejores salarios, al menos en el sector exportador, aunque también hubo pérdidas para otros sectores. Pero, incluso así, el Nafta ha sido un rotundo éxito. Su mayor logro ha sido establecer un nuevo paradigma en la relación entre México y EE. UU. El verdadero corazón del Nafta es el hecho del acuerdo en sí mismo, el empuje de la relación bilateral hacia un nuevo espacio en el que los intereses de los socios han quedado entrelazados por algo más que la geografía.
El éxito del Nafta puede ser medido por la tranquilidad con que la oleada mexicana está inundando EE. UU. En la práctica esta nación se ha hecho la vista gorda respecto a los millones de mexicanos indocumentados que viven en el país. Es precisamente por esto que es factible que EE. UU. no quiera ni pueda llegar a una relación tan profunda con otros países de Centro y Suramérica. Al respecto cabría preguntarse, entonces, por qué hay tanta insistencia en firmar acuerdos con el país norteamericano. Podría haber cuatro respuestas: primero, la administración Bush espera que tales negociaciones persuadirán a Brasil a entablar una negociación seria del Alca, bajo los términos de EE. UU. Segundo, en un mundo en el que la mayoría de los gobiernos latinoamericanos está descontenta con Washington, la tentación del libre comercio puede moderar su oposición. Tercero, en un año electoral, se ofrece la oportunidad de recompensar a la comunidad empresarial estadounidense, beneficiarios inmediatos, si los acuerdos son eventualmente ratificados por el Congreso. Cuarto, para una administración con una trayectoria irregular, en lo que a libre comercio se refiere, estas negociaciones la harán aparecer como un Gobierno comprometido con el libre comercio.
¿Cómo terminará esta historia? Una posibilidad es que las negociaciones tengan éxito para ser después frustradas por el Congreso –o por un nuevo Presidente–, mucho menos entusiasta respecto al libre comercio. Otra posibilidad es que fracasen debido a su asimetría y la inclemente demanda reciprocidad de EE. UU. Una tercera posibilidad es que, finalmente, las negociaciones lleguen a buen puerto. En este caso, representarán en términos prácticos mucho menos de lo que el Nafta ha significado para México. Pero ése es el riesgo cuando la moda se confunde con la estrategia.
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Este es el resumen del artículo "Moda de temporada" publicado en Mayo 2004 en la revista América Economía.
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