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Alimentando a los pobres |
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| En el cuarto artículo de la serie del Consenso de Copenhaguen, Jere Behrman de la Universidad de Pennsylvania, Harold Alderman del Banco Mundial y John Hoddinott del Instituto Internacional de Investigación de Política Alimentaria, se ocupan del problema del hambre y la desnutrición.
Según los autores, cerca de 1.000 millones de personas en el mundo están desnutridas y cerca de una sexta parte de estas son niños. Esto no es sólo una tragedia humana, sino que supone pérdidas económicas y más pobreza. Quienes sobreviven los efectos de la desnutrición son menos productivos y más susceptibles de adquirir enfermedades.
En contraste, la reducción del hambre brinda una serie de beneficios: se eleva el PIB, se logran bebés más saludables y se reduce el índice de mortalidad infantil. Un mejoramiento en la nutrición de los niños puede redundar en un mejor desempeño escolar. Por otra parte, los niños mal alimentados podrían verse envueltos en el problema de ser considerados una “mala inversión”.
El hambre es el resultado de una serie de factores que van más allá de la mera carencia de de alimentos. En este sentido, entran también en juego factores como: el nivel educativo de las madres, la mala distribución de los alimentos, y las grandes barreras comerciales. Hay mucho por hacer con respecto al problema del hambre y la desnutrición, en el mundo, pero se requiere de esfuerzo e inversión.
Entre los aspectos evaluados en el presente artículo, el hambre en la etapa prenatal es de suma importancia. Cada año nacen 12 millones de infantes con un peso menor a los 2,5 kg. Pero los costos para elevar el peso de los recién nacidos son muy elevados; estos incluyen: dotación de medicamentos alimentos y vitaminas a las madres, y un sistema de seguimiento.
También es importante considerar el mejoramiento de la nutrición de los niños. Esto se logra normalmente estimulando la alimentación con leche materna y educando a las madres sobre las propiedades de los alimentos. Los beneficios son similares a los de elevar el peso de los bebés pero los costos son más difíciles de puntualizar. La tercera área es la reducción de deficiencias en micronutrientes fundamentales, como: yodo, zinc, vitamina A y hierro.
La cuarta vía es mejorar la tecnología agrícola, usando, por ejemplo, cultivos genéticamente modificados o controlando las plagas. Muchos estudios muestran altas tasas de retorno de tales mejoras e incluso los autores señalan que los retornos son mucho mayores que los de otras políticas.
Los autores ven a las inversiones en tecnología como los medios más efectivos para incrementar los ingresos de las personas que sufren de hambre y desnutrición. Enseñar a un ser humano a cultivar mejor puede ser más valioso que entregarle alimentos y medicinas.
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Este es el resumen del artículo "Alimentando a los pobres" publicado en Mayo 08, 2004 en la revista The Economist.
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