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Una operación delicada |
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| Durante la guerra, el Banco Central de Irak quedó devastado. Ahora, catorce meses después, el personal de la institución está trabajando en computadoras provistas por el gobierno estadounidense. Pero reubicar el banco es una cosa y reestructurar totalmente el sistema financiero es otra. Bajo el gobierno de Hussein, en Irak no había bancos independientes, todo estaba controlado por él. No es de extrañar entonces que los ciudadanos prefirieran guardar sus dinares bajo la almohada.
Sin banca electrónica, cajeros automáticos o tarjetas de crédito, la economía todavía está basada en el efectivo. Los años de aislamiento económico debido a las sanciones impuestas por las Naciones Unidas después de la Guerra del Golfo, se añadieron como causas de este primitivo sistema financiero. Muchos procesos todavía se hacen manualmente y los enlaces electrónicos entre las diferentes sucursales son raros.
A pesar de estas condiciones, la Autoridad Provisional de la Coalición, que pronto dejará el camino libre a alguna autoridad local, ha hecho algunos esfuerzos para mejorar la situación, como el establecimiento de normas y leyes que podrían regir el sistema bancario. Ya se estableció la independencia del Banco Central iraquí y una nueva ley comercial rige el funcionamiento de las 17 entidades privadas del país, que fueron legalizadas por Hussein en los años noventa como respuesta a las sanciones de las Naciones Unidas.
Otro de los pasos dados, la creación de una moneda única, le ha dado al Banco Central llevar a cabo el diseño de una política monetaria básica. Pero todavía los seis bancos que posee el Estado, que abarcan un gran porcentaje del sector financiero, están en un estado lamentable. Cuatro de ellos están insolventes y los dos más grandes, Rafidain y Rashid, no están en condiciones muy favorables. En cuanto a las deudas del país con el exterior, no se ha firmado algún acuerdo todavía y hasta que este problema no sea resuelto, los bancos estatales no pueden hacer negocios más allá de las fronteras. Es por ello que tal vez la mayor esperanza resida en los 17 bancos privados que han sido modernizados y saneados, pero que por otra parte no tienen presencia nacional.
La nueva ley comercial bancaria permite que instituciones extranjeras compren hasta un 49% de los bancos privados iraquíes; no obstante, el tema de la seguridad todavía está latente, además de que existe el riesgo de que las licencias puedan ser revocadas si no se establecen las sucursales en el plazo de un año. Adicionalmente, nadie puede asegurar que los logros se mantengan. Muchos temen que una vez que se hayan retirado los estadounidenses, el Banco Central vuelva a politizarse e imprima dinero para pagar las deudas del Estado. Y es también factible que se deroguen las leyes bancarias debido al prejuicio nacionalista contra la propiedad extranjera o la falta de referencia a la enseñanza islámica.
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Este es el resumen del artículo "Una operación delicada" publicado en 26 Junio, 2004 en la revista The Economist.
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