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Una unión dividida



Revista: The Economist
Tema: Negocios en Europa
Fecha: Septiembre 25, 2004
Al final de la Segunda Guerra Mundial, Europa estaba en ruinas y nadie hubiera pensado que estaba a las puertas de una edad de oro. Ahora, en el 2004, el continente es próspero, los países que lo conforman son en su mayoría democráticos y ostenta instituciones políticas comunes. Este nuevo período de paz y prosperidad ha coincidido con el despunte de una nueva organización económica y política. Algo de ello se debe a los fundadores de la Unión Europea, Jean Monnet y Robert Schuman, quienes sostenían que los problemas de la región respondían al sistema de naciones y Estados siempre en competencia y por ende, en guerra.

Pese a las críticas antagónicas a la Unión Europea, cada vez más países quieren formar parte de ella. En 1957, eran sólo seis miembros: Bélgica, Francia, Alemania, Italia, Luxemburgo y Holanda, y ahora son 25. La última gran expansión se hizo en mayo pasado con el ingreso de algunas naciones del antiguo bloque soviético. Pero el crecimiento es visto por algunos como una simple distracción del propósito principal, desarrollar una unión política real. En el ámbito económico, la Unión Europea se quedó atrás en relación con Estados Unidos, y no puede más que envidiar el dinamismo de China o India. Probablemente el mayor problema es que la Unión Europea carece de entendimiento y entusiasmo.

Los largos años de paz y prosperidad de la Europa Occidental, conjuntamente con el colapso de la amenaza de la Unión Soviética, parece que han hecho de la integración un tema menos urgente para la UE. Las ganancias de posguerra también han contribuido a crear problemas particulares. Países ricos como Alemania y Francia se abocaron a desarrollar estados de bienestar que ahora resultan difíciles de disfrutar, especialmente por la población de mayor edad. Antes, tales problemas se consideraban “nacionales”, pero ahora con una sola moneda y un solo mercado, las tensiones pueden aumentar en la UE.

La expansión también puede ser un factor de riesgo toda vez que implica la inclusión de diferentes formas de pensar y culturas en un solo marco. Algunos consideran que los nuevos ímpetus podrían hacer de la UE una superpotencia, una fuerza global que se equipare con Estados Unidos. Pero todos los pasos en tal dirección han servido sólo para profundizar las divisiones, en particular aquellas concernientes a las actitudes hacia Estados Unidos. La nueva constitución de la UE debe ser aprobada por los 25 países, al menos 11 tendrán consultas internas y al parecer en muchas el veredicto será negativo, resultado que podría afectar seriamente la estabilidad de la unión. La UE podría finalmente desmembrarse, aunque esto no se traduce en desastre sino que podría llevar a uniones en diferentes etapas en las cuales los países adopten diferentes niveles de integración política y experimenten con diferentes modelos económicos. Una división podría ser el origen de una nueva división en EU y la conformación nuevamente de la rivalidad, eso podría amenazar lo que hasta ahora la UE ha considerado su mayor logro: la paz del continente.




Este es el resumen del artículo "Una unión dividida" publicado en Septiembre 25, 2004 en la revista The Economist.

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