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Somos los campeones |
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| Las empresas estadounidenses pagan a los atletas y entrenadores reconocidos millones de dólares para dar conferencias y estimular a sus empleados. Hace unos años, por ejemplo, el para entonces manager de los Dodgers, Tommy Lasorda, fue contratado para dar una conferencia a los trabajadores de Staedtler Inc. El intercambio fue algo más bien informal, pero los asistentes quedaron prendados y estimulados, con un impulso para trabajar que duró hasta mucho tiempo después.
Este espíritu de querer llevar el ánimo competitivo del deporte a la arena corporativa es un segmento del negocio del entrenamiento. Según algunos consultores, las empresas gastan miles de millones en material (libros, discos compactos, vídeos y otros) diseñado para crear un mundo donde no se oye una palabra descorazonadora y todos son ganadores todo el tiempo. En este mundo, Tommy Lasorda representó la primera ola del movimiento. Ahora, los líderes corporativos quieren más, no sólo que se aplauda el mensaje inspiracional sino también que se viva. En cierta empresa estadounidense se usan gráficas de campos de juego para trazar las metas en las líneas de gol y se pide al personal de apoyo administrativo que se vea como un grupo de entrenadores asistentes. Estas tácticas han transformado el estilo de pensamiento deportivo de un ejercicio de bienestar a una herramienta motivacional.
Los críticos de esta práctica indican que la mayoría de estos regímenes corren el riesgo de ser muy amplios pero poco profundos. Curar a una empresa enferma requiere tomar decisiones consistentes y provocar cambios. El espíritu de ímpetu tipo Lasorda, aplicado con la ausencia de habilidades o capacidades, puede ser contraproducente. Se puede hacer que la gente corra rápidamente en la dirección incorrecta. Adicionalmente, en la lógica deportiva hay enfrentamientos entre dos equipos, en los negocios rara vez se tiene sólo un competidor. En los deportes se juega bajo un conjunto de reglas preestablecidas, cosa que no pasa en el mundo empresarial.
Pero, por otra parte, la mayoría de los discursos tomados del espíritu deportivo contienen mensajes sobre trabajo en equipo, motivación, establecimiento de metas y pensamiento positivo. La crítica sería que las empresas están gastando dinero en metáforas y exhortaciones de bienestar cuando podrían estar usando tales recursos para un entrenamiento más sustancial y relevante. Lo cierto es que no se ha demostrado que estas charlas inspiracionales deportivas mejoren la moral corporativa o la productividad (aun cuando abundan las estadísticas de desempeño de atletas y equipos). Steve Foucault, por ejemplo, ex gerente de ventas de Bethlehem Steel, que llevó a cabo un programa de entrenamiento orientado a los deportes a finales de los ochenta, comenta que a su criterio la experiencia no aportó mucho. Para él las ceremonias de premiación eran lo peor, se reconocía a los trabajadores que habían llegado más allá como si el resto no se hubiera esforzado lo suficiente. Siempre terminaba sintiéndose como un perdedor, al igual que muchos otros compañeros. Ni el espíritu deportivo pudo evitar que Bethlehem Steel sucumbiera a la competencia global y a otros factores externos que hicieron no competitivos los precios de la empresa y la hicieron llegar a la bancarrota en el 2001.
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Este es el resumen del artículo "Somos los campeones" publicado en Octubre 2004 en la revista Psychology Today.
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