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Con cierto nerviosismo |
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| El presidente de Brasil, Luiz Inácio Lula da Silva, ha demostrado sus buenas intenciones de llevar el país por la senda económica correcta. No obstante, se empiezan a ver algunos obstáculos. Después de que las tasas estadounidenses subieron, los inversionistas no vieron tan apetecibles las opciones de los mercados emergentes. A ello se suma, entre otras cosas, que China también desaceleró la importación de algunos bienes de consumo brasileños. Entre los nacionales existe cierta preocupación. Los empresarios ven cierta carencia de agilidad en la política monetaria del Gobierno. La inflación está controlada pero no ha habido mecanismos para impulsar el consumo. Además, el compromiso a refrenar el gasto público está limitando la capacidad para invertir en la propia economía.
El gobierno de Lula se enfrenta con un verdadero reto: crear trabajo e impulsar la demanda del consumidor. Los voceros oficiales han dicho que no sacrificarán el progreso alcanzado gracias a las reformas estructurales con el fin de obtener beneficios rápidos, pero el problema es que se acercan las elecciones regionales, panorama que no parece ser muy alentador para el partido de gobierno. Una de las causas de la pérdida de apoyo es el fracaso que ha percibido el empresariado ante la promesa de estimular la demanda. El repunte que se ha visto este año es un simple rebote, como el que han pasado todos los mercados emergentes, de la fase de contracción que golpeó a las economías mundiales después del estallido de la burbuja global de tecnología.
Para un crecimiento real, el país tendría que contar con una buena inversión foránea, que impulsara sectores clave como la construcción. Mientras tanto, el Gobierno pide a los brasileños que sean pacientes, ya que las reformas estructurales han sido hechas. El FMI ha alabado la política monetaria y fiscal que ha implantado el gobierno de Lula, pese a que los bancos han degradado el nivel de deuda del país. Tan contento está el Fondo, que está comenzando a ser más flexible con el gobierno carioca.
Pero el FMI no es el único prestamista de Brasil. Esta nación tiene una deuda interna y externa de US$ 309,75 mil millones, 58% del PIB. Y a medida que las inversiones en Estados Unidos se tornen una alternativa más atractiva que la de los mercados emergentes, Brasil verá limitada su habilidad de lograr más recursos endeudándose. Pero será en octubre, con las elecciones, cuando se verá si la estabilidad que el Gobierno proclama es lo bastante amplia como para mantener la fe del país en Lula y en su partido.
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Este es el resumen del artículo "Con cierto nerviosismo" publicado en Octubre 2004 en la revista LatinTrade.
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