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Déficit primario | 
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| Un empresario de Rio Grande do Sul, Brasil, estaba a punto de estampar la firma que cambiaría de nivel su negocio de calderas. Había convencido a una empresa estadounidense para invertir dinero en su planta. No obstante, el inversionista extranjero le puso una condición inesperada: antes de poner un dólar, todos los empleados de la fábrica debían tener educación secundaria completa. El empresario gaúcho no sólo no lo podía creer. Tampoco lo podía cumplir: muchos de sus empleados tenían apenas entre cuatro y cinco años de escolaridad. Al ver cómo el negocio del año se escapaba de sus manos, no le quedó más que rendirse ante la evidencia: sin educación no hay competitividad.
En América Latina, el incremento de la masa de escolares no ha ido acompañado de aumentos en los recursos dedicados a la educación primaria y secundaria, ni a una modernización curricular ni de la gestión. ¿El resultado? Una bajísima calidad que está dejando a nuestros sistemas educativos en vergüenza frente al escenario mundial.
Según los resultados de las dos pruebas internacionales más importantes de calidad educativa, en las que México, Brasil y Uruguay participaron como voluntarios, los tres países pelearon los peores lugares del ranking. Y en todas las variables estudiadas. Los países latinoamericanos destacaron por su mínima comprensión de lectura, alto nivel de repetición y la enorme disparidad entre la capacidad de lectura de los estudiantes de familias pobres y con recursos.
Es una situación similar a la de Pisa 2000, en la que los cinco países latinoamericanos evaluados (Argentina, México, Chile, Brasil y Perú) se repartieron consecutivamente los últimos lugares, junto a Macedonia.
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Este es el resumen del artículo "Déficit primario" publicado en Enero 2005 en la revista América Economía.
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