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Revista: The Economist
Tema: Tendencias y futuro
Fecha: Febrero 26, 2005
Antes solía haber tres elementos típicos de la educación superior. Primero, era impartida en todo el ámbito nacional, en su mayoría a estudiantes locales; segundo, estaba regulada por el Gobierno; y tercero, “competencia” y “ganancias” eran conceptos desconocidos. Dado que la mayoría de la educación era financiada por el sector público, el Estado tenía un gran poder sobre lo que se debía enseñar, a quiénes y en cuanto tiempo.

Pero, todo esto ha cambiado con creces. La educación superior es ahora en buena medida internacional: en el 2003, 2 millones de estudiantes universitarios (2% del total de 100 millones de estudiantes en todo el mundo) estudiaron fuera de su país de origen. Desde finales de la década de los noventa, el mercado de la educación superior ha crecido 7% anual. Los ingresos por concepto de cuotas generan alrededor de US$ 30 mil millones. Aunque las instituciones con fines de lucro son aún una minoría, la mayoría de las universidades están comenzando a competir por el talento y el dinero. Esto significa que la educación está independizándose del control gubernamental, tanto financiera como psicológicamente.

Las dos grandes tendencias, internacionalización y competencia, se avivan mutuamente. Las universidades se han vuelto más atractivas a medida que han adaptado sus ofertas a los estudiantes extranjeros. Los políticos alemanes están dispuestos a tolerar por razones políticas que las universidades estén sobrepobladas; pero no son capaces de evitar que los estudiantes alemanes, descontentos con dicha situación, se vayan a estudiar a Inglaterra, en donde la educación preuniversitaria es mucho mejor. Asimismo, el gobierno británico está dispuesto a prohibir altas cuotas y matrículas con el fin de favorecer a los estudiantes más pobres; pero no puede evitar que algunos de los estudiantes más ricos y brillantes se vayan a Estados Unidos. A su vez, los políticos estadounidenses, preocupados por el terrorismo, han endurecido las reglas de inmigración; lo que ha significado que sus universidades pierdan las mejores mentes que, en definitiva, vienen de cualquier lugar. Así como la globalización ha permitido que el capital y el trabajo busquen en todo el mundo el mejor negocio, el mundo académico –estudiantes, profesores y patrocinantes- está interesado en conseguir las mejores ofertas.

La idea del estudiante como consumidor es nueva y subversiva en la mayoría del mundo. En Europa y muchos países en desarrollo, el cliente de la educación es el Gobierno: quiere que las mentes de la Nación estén formadas en las disciplinas más útiles y del modo más efectivo. Las universidades son vistas como templos de aprendizaje, pero el contribuyente suele pagar no sólo por el incienso, sino también por el pastor y sus discípulos. En pocas palabras, el sistema se parece a una economía del tipo soviético. Pero, hoy en día, dicho sistema se está convirtiendo en un mercado. El cambio será difícil y doloroso.




Este es el resumen del artículo "Diplomas de gratis" publicado en Febrero 26, 2005 en la revista The Economist.

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